La Casa de los Panero y otros artículos astorganos de Juan Carlos Villacorta

La casa de los Panero

Otra visión de Astorga

Peregrinos a Santiago

Caminos de Portugal


La casa de los Panero

por Juan Carlos Villacorta

En mi vía de acceso al otro mundo –me refiero al que no era la plazuela de la Catedral, florecida entonces de acacias con cuyo "pan y vino" comulgábamos—estaba la casa de los Panero. Recuerdo que siempre que pasaba ante ella me quedaba como absorto mirando en sus miradores lo que no veía.

Como un Jerga que fuera creciendo lentamente, la herida del tiempo ha ido arruinando la casa y lo que era jardín ha degenerado en maleza, pero, pese a la ruina, sigo mirando a su mirador viendo tras él lo que nunca he visto.

Desde esa calle que es el tránsito más adecuado para una adivinación espiritual, estética y contemplativa de Astorga, cuyo límite está a dos metros de la nieve, se ve, verticalizado, un fragmento de la catedral y se presiente el Teleno. Creo que es el camino para llegar antes al corazón de Astorga.

Corriendo con mi aro iba a Valdeviejas, pero llevaba en la retina la casa de los Panero. ¡Aquélla –eso me parecía—sí que era una casa! Como un barandal a lo desconocido y lo deseado. Como un encuentro con mi propia fantasía. Nosotros éramos pobres. ¡Aquella casa era casi un palacio; un palacio encantado en el medio del camino entre la Catedral y el Teleno!

¿Qué era lo que me imaginaba entonces?. La verdad es que entonces yo veía lo que no se ve. Los niños ven siempre más allá y lo que ven les queda acaso para siempre en la retina. Lo que veía era la mancha de un presentimiento, un presentimiento en Astorga, al que podría aplicarse lo que se dice en los versos de Antonio Machado: "La plaza tiene una torre – la torre tiene un balcón – el balcón tiene una dama – la dama una blanca flor".

La dama era: la mujer, la poesía, el libro, la música; todo eso asociado e inconcreto, uno y múltiple, que habíamos aprendido de nuestros padres.

¡Qué extraña metamorfosis la que sucede en el tiempo! Dice Shakespeare: "Maduramos y maduramos de hora en hora para luego de hora en hora también pudrirnos y pudrirnos hasta que se acaba el cuento..."

No sé pero también ese imaginario surgido de la casa de los Panero, esa referencia, pertenece también al patrimonio cultural de Astorga y no puede desaparecer; y si yo significara algo, le pediría a las autoridades de Astorga que hiciesen lo que fuese necesario para conservar esa casa y convertirla en centro de estudios, en biblioteca o en museo.

Todavía hay, cuando regreso a Astorga, que es mi paraíso perdido, y paso por la calle de la Catedral, me quedo arrobado mirando la ruina de esa casa, el tacto de su verja, el tacto de los ojos, que es para mí como el de una pared nocturna en la que hubiese estado dando el sol de la Maragatería toda la tarde, y me parece estar viendo, sentado en el mirador, una muchacha, esa adolescente Astorga con miles de crepúsculos en sus mejillas, con el dedo de su discreción y de su silencio sobre los labios, como si quisiera retener su alma a punto de volar, mirando pensativamente el tiempo que pasa.

Hoy, no sé porqué, leyendo una información publicada en EL FARO, me he puesto a escribir sobre una nostalgia mía, pero esa nostalgia, que es una parte humilde de mi condición intelectual, como en el caso, de muchos astorganos, forma parte del patrimonio cultural de Astorga y no puede morir. Los muchos que participaron en las Rondas Literarias de Augusto Quintana creo que estarán también conmigo en oponerse a esa pena de destrucción.


Otra visión de Astorga

por Juan Carlos Villacorta

He aquí una de mis recónditas claves

En un artículo de Gervasi, a quien tanto he admirado siempre por su conocimiento y su amor biográficos de Astorga, se hablaba recientemente de la Casa de la Botica en la Plaza de la Catedral.

Esa casa, hoy, por lo leído, desvencijada por dentro, fue habitada por mi familia, en sus días de esplendor cuando la visitaban don Santiago Matilla y don Nicesio Fidalgo, y habitaba también en ella doña Lola Muriel. La casa era un símbolo de la doble vocación civil y militar, y religiosa de Astorga. Recostados en sus muros, Luis Alonso Luengo me dijo un día: "Esta casa tiene el «genius loci".

La casa lindaba con la Astorga peregrina, eminentemente hospitalaria, y con la Roma militar; con la Vía Antoniana y el Camino de Santiago.

En la Celda de las Emparedadas puede leerse esta profecía penitencial Acuérdate de mi condición, porque así será también la tuya; a mí, ayer, a ti, hoy, y en el Museo Epigráfico de Astorga, en la lápida de un liberto: Sit terra levis o una plegaria a los dioses manes para su incomparable esposa Elia Myrsine, nombre de mujer o flor del mirto, como el de amarilis, nombre también de flor y de mujer. ¿Cómo sería la "mujer incomparable" enterrada en Astúrica?.

La religiosa y la militar son las dos caras del rostro de la historia de Astorga.

Astorga era una ciudad hospitalaria en el Camino de Santiago y la Casa de la Botica quedaba entre la casa de los Panero, habitada por Leopoldo: ...tras la ladera, la limpia anchura donde Dios se siente..", y un hospital que tenía por nombre "Las Cinco Llagas", hospital de peregrinos, de San Esteban.

Astúrica Augusta, fundación de la Legio X y capital del Conventus Juridicus Astorum, residencia del Legatus Augusti y del Procurator Metallorum, se identificaba como una "urbs" que tenía la inexorable luz de la gloria y en el sueño de algún "miles" romano Astúrica tenía árboles de oro y en su recuerdo más que las nieves del Teleno permanecía el perfil de una muchacha astur. La Legio Séptima abría caminos y protegía las obras públicas y mientras la Legio se dirigía a atacar a los astures en el Monte Medulio, en su Foro alguien hablaba de la "res publica".

Astorga es una calcomanía pompeyana enmarcada en ocres y verdes que conserva preciosas reliquias de la vida de esa Roma de la que escribiera Agustín de Foxá: "Trajiste la comedia, la noble agricultura, el arado y la estatua, la oratoria y el vino; nos diste Emperadores y en germen nos trajiste oculto a Jesucristo".

En el cuartel de Santocildes se conserva el culto militar; en la cumbre nevada del Teleno, el culto religioso, y en el Sierro, la vaga memoria de esa Astorga en la que se profundiza el poniente árido del barro que es torpe greda, otro de los componentes de la Astorga plural.


Peregrinos a Santiago

por Juan Carlos Villacorta

De puente a puente, de estrella a estrella va el ansia peregrina, escribió un día Álvaro Cunqueiro, porque no son peregrinos sino los que ven en las estrellas una metáfora y descifran en el cosmos la gloria del Creador, y los que comparten la honda visión del cielo y la llanura.

Dormidas con el sueño letárgico de la hiedra duermen las piedras románicas que jalonan el Camino de Santiago, unas piedras rituales y litúrgicas que confirman un espacio y un tiempo: un espacio común ultraterreno y un tiempo metafísico.

Mi madre era también una peregrina porque se quedaba absorta, sentada en la calle del verano, mirando la Vía Láctea, ese Órbigo celeste, querido César Morán, el camino que pasa por las estrellas; pero lo son también cuantos se han afanado y se afanan por la unificación espiritual de Europa. Los peregrinos del "spot" de la Televisión están ahí mirando a la eternidad, y esa visión les conforta y les une y les abre un nuevo horizonte.

Viejos y jóvenes, mujeres y hombres, castellanos, francos, germanos y gaélicos, eslavos y gentes de tantas y tan diversas etnisas, internautas y caminantes a pie, se encuentrna, al peregrinar, unos con otros, en una verdadera comunión de fieles, fieles los unos o los otros, y van haciendo el camino al andar juntos porque creen en el más allá. Les une la misma fe. Han cambiando la espada por el bordón, la soledad por la compañía, las conjeturas por una certeza que viene de los arenarios romanos, la vida por la muerte, la ciencia por el milagro.

Caminan infatigables y piensan que las heridas del tiempo están restañadas por "la Gloriosa" con la intercesión del Apóstol. Caminan por la puerta estrecha de los problemas cotidianos, y postrados ante el estéril pedregal de la Cruz de Ferro, confían y esperan, porque el camino de la vida y la muerte cotidianas es un ejercicio de paciencia, soñando con ver, al final del camino, los "fogos" de Santiago. No es el camino privado de unos mercaderes, ni el objetivo de unos financieros, sino un camino común en una marcha plural, el de "los que levan na frente uma estrela y no bico un cantar", aunque no tengan donde hacerse oír. Cada día son más los refugiados, pero crecen la compasión y el consentimiento.

El apóstol oyó al Maestro aquello de "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida". Ese es el camino de la peregrinación.

Un filósofo sostenía que tras la muerte conoceríamos la eteridad al encontrarnos con la suma de todos los instantes positivos de cada una de nuestras vidas.

Miremos a las estrellas. Ellas reflejan la luz de la Creación; son el espejo del Creador.

El Románico, con su arquitectura grave y mental, es cauce de una noción universal, no invención de un país concreto ni de una etnia determinada, sino una voluntad colectiva de convivencia creadora; no sólo un euro, también un concepto.

Decía Eugenio Montes que el Románico había nacido peregrinando.


Caminos a Portugal

por Juan Carlos Villacorta

Astorga tiene una frontera con Galicia, el Bierzo y una frontera con Portugal, Orense; una frontera sentimental. La morriña gallega se continúa en la saudade portuguesa.

Portugal no queda lejos de Astorga y desde el "genius loci" astorgano el alma portuguesa se hace perfectamente comprensible. Por esa frontera llegué a la ética, a la estética y al espíritu religioso de Portugal.

Por la puerta orensana entré en los balnearios del Alto T mega; a Chaves, la "Aqua Flaviae" de los romanos, a Vidiago y a Pedras Salgadas, ciudades termales. Era como una inmersión en el Portugal profundo,el Portugal de la "belle epoque" con sus jardines y sus hoteles con vidrieras, sus lagos y la arquitectura de sus fuentes. En el "Palace" de Vidiago tuve una larga conversación sobre las bases económicas de Portugal con el que entonces era ministro de Economía en Lisboa. Y a lo largo de todo el Alto Miño pude comprobar, sobre todo en las "pousadas" -en la de Miranda do Douro escribí un libro sobre una pintora orensana, Carmen Gómez Pérez Neu- la humildad, la pulcritud y la delicadeza en el servicio de los camareros portugueses.

Desde unas mismas instancias cordiales llegué también, vía musical, a la estética portuguesa con el Festival del Miño, la feliz creación de Manolo Rego que nació como Festival Hispano-Portugués y a algunas de cuyas preselecciones asistí en tierras del Norte portugués.

Galicia tiene como Portugal un subsuelo de música y melancolí. En el Casino de Estoril asistí al Festival de la Canción portuguesa donde oí cantar a María Teresa Noronha, acompañada del entonces director de la Radiodifusión de Portugal, Jaime Ferreira, quien, por cierto, sufrió un accidente de automóvil en Hospital de Orbigo visitando nuestra tierra y con él estuve también en "A Severa".

María Teresa Noronha era una aristócrata pero su sentimiento fluía igualmente desgarrado que el de las fadistas más ortodoxas del Alfama. "Quem me daria -ter outra vez desenganos- para te amar outra vez".

Si el tango es "un pensamiento triste que se baila" el fado es una "queixumbre" que se llora.

Y desde nuestro Noroeste he ido muchas veces a Guarda a comprar "queixo a Serra", y a Braga la ciudad conciliar, famosa en la Edad Media, a visitar su Catedral con una imaginería tan próxima a la de Castilla y el Bom Jesus do Monte, milagro vegetal y barroco; y en un pequeño pueblo cercano a Braga ví al cura párroco ir de casa en casa el Domingo de Pascua. "Boa Festa" iba diciéndole a las familias dándoles a besar un portapaz. Era una hermosa liturgia rural y casera en la que oficié como forastero amigo de Portugal.

En Astorga mi padre conservaba toda la obra del Padre Vieira que yo había leido en la Casa de la Botica. El Padre Vieira fue un profeta del iberismo, defensor de los indios brasileñoos, y representó en su tiempo uno de las más altas cimas de la oratoria sagrada. En él estaba toda la lengua portuguesa en su pureza nativa y en su abundancia.

Fue lo que escribió de él Fidelino de Figueiredo.