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Astorga, una ciudad literaria

por Antonio Pereria


Hay un tipo de ciudad que ha merecido la curiosa alabanza que le viene de tener obispo y no tener gobernador civil. El elogioso dictamen cuenta con muchos padres, o sea, que se le ha atribuido a más de un ingenio de la pluma: José Plá, Agustín de Foxá, el mindoniense Cunqueiro. Incluso en una tercera del Abc, firmada por el inolvidable Martín Descalzo, se me honra con un como dice Antonio Pereira... Muchos hemos usado la frase, pero creo que la patente de invención corresponde a Unamuno (y es informe del doctor Antonio Linage, maestro de mucho crédito).

Astorga es una de esas ciudades. Astorga tiene su cabeza eclesiástica con rango de báculo y mitra y de autoridad civil se basta con el alcalde. El caso es que Astorga destaca como ciudad humanística y literaria. Y no sólo por los escritores que trajo al mundo, sino por el carácter de sus moradores, la intimidad de sus calles, el aire de urbe ilustrada. Al seminario principalmente, y a sus otros centros de enseñanza, corresponde la condición de vivero de cultura clásica. En Astorga (ciudad de imprentas, de periódicos y emisoras de radio) no es raro encontrarse con un ciudadano corriente que sabe latín...

Estos apuntes no van a ser una historia de la literatura española en Astorga, que habría que comenzar en los albores de nuestro idioma, cuando Juan Lorenzo Segura compuso su monumental Libro de Alexandre. Puestos a acotar un período, vamos a ceñirnos a las décadas que van desde los años treinta hasta finales de nuestro siglo, un tramo  áureo que se llamó -y se llama- La Escuela de Astorga. La denominación fue invento de Gerardo Diego. Los protagonistas de la invención, Juan Panero, Leopoldo Panero, Ricardo Gullón, Luis Alonso Luengo: éste último, don Luis, felizmente reinante y laborioso; los demás, que ya no están con nosotros, vivos y vigentes en la herencia que nos dejaron.

El poeta Juan Panero murió joven, de esa muerte absurda y brutal que es el accidente de carretera. Los de mi edad no llegamos a conocerlo y tratarlo en persona, pero últimamente han reaparecido sus versos juntos, y su hermano Leopoldo nos lo dejó retratado con sentimiento:

A ti, Juan Panero, mi hermano,

mi compañero y mucho más;

a ti tan dulce y tan cercano;

a ti para siempre jamás.

Leopoldo Panero tuvo más tiempo para desarrollar su capacidad lírica, aunque también su marcha fue prematura -¡todas las muertes lo son!-. Escrito a cada instante fue un poemario memorable. Su Canto personal (frente al Canto General de Neruda) es una amplia obra pugnaz y combativa, y también de "amistad desengañada", según Ricardo Gullón.

Ricardo. Don Ricardo Gullón. El excelentísimo señor don Ricardo Gullón, académico de la Española, Premio Príncipe de Asturias de las Letras. Con Gullón, el nombre de Astorga alcanzó el más alto eco internacional. Enseñó en las grandes universidades del mundo. Escribió miles de artículos y decenas de libros de crítica literaria. Era un mago de las palabras, de pie -con su alta y espigada estatura- frente a la pizarra descifraba el texto de más hermética apariencia convirtiéndolo en regalo asequible a la generalidad de los lectores.

Y el cronista oficial de Astorga, el loco de amor por su tierra y muy concretamente por su ciudad, Luis Alonso Luengo. Por este hombre longevo y vital, archivo viviente de noticias y glorias, Astorga crece en la creación incesante de libros -estudios históricos, novelas-, artículos, conferencias.

No es extraño que en Astorga se respire la ilustración. Aquí resuenan las voces de estos prohombres de la literatura. Pero aún habría que hablar de Lorenzo López Sancho, más próximo en la cronología, escritor a un tiempo cosmopolita y arraigado. De Magín González Revillo, maestro de periodistas. Del llorado Esteban Carro Celada. Y sé que dejo muchos nombres en el tintero. En el tintero, que no en el ordenador. Escribo a mano sobre lo que quiero mucho, y estoy escribiendo de Astorga.

Antonio Pereria para La Luz de Astorga

junio de 1997