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Piedras y bronces. Hombres y nombres
Matías Rodríguez
por Martín Martínez
En esta galería de personajes, de hombres y nombres, de piedras y bronces, hace mucho, mucho tiempo que debiera haber aparecido don Matías, don Matías Rodríguez, personaje señero de la ciudad y quien, por sus propios méritos logró encumbrarse a lo más alto de la intelectualidad astorgana allá por los finales del siglo XIX y primera decena del XX; más difícil entonces, porque Astorga contaba, por aquellas fechas con gentes como Marcelo Macías, Martínez Salazar, Pedro Rodríguez, Angel Sanromán, por citar solamente a algunos, a los que él agradece en el prólogo de su Historia el ánimo que todos le infundieron y el apoyo que de cada uno recibió.
Don Matías mereció y recibió, los máximos honores de su ciudad que le concedió el título de Cronista Oficial, y más tarde puso su nombre a la calle en la que vivió y en la que, durante muchos años, se dedicó a impartir sus clases; se llamó hasta entonces calle del Arco, si bien ésta es ya otra historia que dejaremos para la próxima entrega.
Nacido en Astorga en 1828, estudió Magisterio en León y antes de hacerse cargo de la Escuela de Astorga (única que había en la ciudad para niños), según él mismo hace notar, ejerció su profesión en las localidades de Ardón y Hospital de Orbigo; quizás de su estancia en esta última población le viniera cierta inquina o resquemor que tenía hacia las escuelas fundadas por Sierra Pambley.
La integración de don Matías en la vida astorgana era total y absoluta, participando en ella con asiduidad, aunque sin involucrarse nunca en la vida política, tan agitada en aquellas fechas; él intervenía en la, entonces, activísima vida cultural, así como en la social, formando parte de diversas comisiones, tal como la de la traída de agua que en 1.889 fue inaugurada. Sin embargo, todas sus actuaciones, todos sus trabajos, han quedado eclipsados, porque don Matías estará perenne en la memoria de los astorganos por su monumental obra, titulada Historia de la Muy Noble, Leal y Benemérita Ciudad de Astorga. Con sus errores y defectos, achacables a la época en que se escribió al no existir una metodología de investigación, pues con todo eso es todavía ahora, cuando ya ha pasado un siglo largo de su primera edición, un libro imprescindible si se quiere saber algo de Astorga y de su historia; es un pozo riquísimo de datos y también es un reto para que alguien se comprometa a realizar una reescritura de esa historia.
Publicó don Matías su primera edición en 1.873, y ya en el prólogo de la misma él pedía que sirviera de estímulo a más elegantes y mejor cortadas plumas. Casi 40 años después, y a pesar de los buenos historiados con que contaba Astorga, nadie había acometido la tarea y tuvo que ser el propio don Matías el comprometido; y amplía a 920 páginas lo que en 1.873 eran 340; el método de suscripciones adelantadas y las 500 pesetas de subvención por parte del Ayuntamiento, sacaron adelante tan noble empeño; la imprenta del periodista Porfirio López (padre de Lorenzo López Sancho), se responsabilizó en las dos ocasiones de la edición.
Pero si la historia era la afición de don Matías, la enseñanza, la escuela era su profesión y su pasión. A ella se dedicó por entero, en cuerpo y alma, hasta el punto que medio siglo después de su muerte aún hablaban en Astorga con reverencia y entusiasmo de aquel magnífico maestro.
Las deficiencias del Ministerio en materia de enseñanza y de libros eran notabilísimas por lo que nuestro personaje se puso a la tarea de remontarlas creando sus propios libros de texto; y así fueron apareciendo El silabario metódico" un Compendio de Aritmética, Cinco carteles de lectura, y hasta una Geografía en verso"; en León, Pontevedra, Barcelona, Londres y París recibieron sus premios estos libros, lo que dice todo a favor de aquel maestro insigne, quien a pesar de todo aún tuvo tiempo para esa magna obra de la Historia de Astorga.
El día uno de abril de 1.910, cuando se iniciaban los solemnes actos del Centenario de los Sitios, con 82 años, fallecía este venerable maestro, de elegante porte y amplísimo mostacho. Así se nos muestra y sirva de anécdota, en el retrato que acompaña este artículo, que es el mismo que se inserta en su Historia; está firmado por aquel genio de la fotografía leonesa que fue Pepe Gracia.
Martín Martínez Martínez
Publicado en El Faro Astorgano en 1.995