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Piedras y Bronces. Hombres y nombres. Personajes

La Familia Aragón

por Martín Martínez Martínez


Hace un par de semanas los hijos de Aurora Aragón, Mari Carmen y José Luis, nietos del escritor astorgano José Aragón, me sorprendieron agradablemente con un, para mí, regalo único y extraordinario, con un libro; y el libro es la novela "Entre brumas", de José Aragón Escacena; conocía y he leído más de una vez esa novela costumbrista, en la que tan fielmente se reflejan los primeros años de este siglo en La Cabrera, fuente inagotable para la etnografía, y a la que hay que recurrir para cuanto se quiera saber de esta comarca en aquella época. Con la satisfacción del regalo, que agradezco vivamente, me llevé aun otra que fue conocer su portada original, realizada por Monteserín, amigo del autor, y en la que se nos revela la maestría de este bohemio ilustrador y pintor astorgano.

El regalo me incitó a traer a este retablillo semanal, de personajes y motivos astorganos, a Pepe Aragón, con lo cual me llevé alguna sorpresa más y también otras satisfacciones; conocía la existencia, por notas esporádicas de otros Aragón, pero hubo de ser Pepe Aragón, hijo del escritor, quien me pusiera en la total pista y la importancia, aquel don Eduardo Aragón Obegero, y la de Federico Aragón Escacena, hermano del autor de Entre Brumas. Quede aquí, públicamente también, mi agradecimiento a Pepe Aragón, así como a su prima Aurita, catedrática de la universidad de Oviedo, única descendiente en la actualidad que parece se dedica a escribir, por las notas, ayudas y aclaraciones que ambos me hicieron y que, a lo peor, no seré capaz de reflejarlas como debe ser.

Y como se trata de aclarar cuestiones hay que remontarse a diciembre de 1990. El día seis de ese mes y año, mi buen amigo Alejandro Valderas, bibliotecario de la universidad de León, publicaba en "Diario de León" un artículo sobre Aragón Escacena; al no tener la suerte de acceder -como yo he tenido- a las fuentes, en aquel artículo confunde a José Aragón, autor de la novela, el literato, con Federico Aragón, al que diremos el científico, haciendo de los dos un mismo personaje, al que supone hijo de Aragón Obegero, ilustre médico que ejerció, en Astorga, durante más de 50 años; también no se por qué, Valderas, le dice médico bañezano; ciertamente, don Eduardo es padre de ese Aragón Escacena que ahora se nos desdobla en Pepe y Federico; y padre de un tercero, Francisco, quien por los años 20 figura en el claustro del Instituto Leonés, y a quien Valderas, con acierto, supone pariente de Federico, achacando a Francisco algún trabajo en la revista "Anales del Instituto de León" como el titulado Apuntes sobre geología leonesa; según su hija Aurita de la que hemos dado cuenta aquí, tenía diversos escritos, sin publicar, toda vez que eran apuntes de sus clases, pues ejerció la docencia como catedrático en León, algún tiempo en Cataluña, Avilés y Oviedo; aquí era profesor adjunto de la facultad de Química donde explicaba Biología y Geología.

Tenemos así pues, resuelto el problema, deshecho el nudo gordiano que se le había planteado a Alejandro Valderas. Aragón Obegero es padre de Aragón Escacena pero desdoblada su personalidad: uno es el autor literario otro es el investigador y escritor científico. Surge la familia Aragón, por supuesto que hablamos de Astorga, con la llegada a nuestra ciudad del matrimonio, con diversa prole ya, que formaban el médico que se haría cargo del hospital de San Juan, don Eduardo Aragón y su esposa doña Aurora Escacena y Anza. La madre de esta Aurora, doña Dolores Anza, había matrimoniado en segundas nupcias con don Federico Balart y no sé yo si los "abuelastros" transmiten los genes poéticos, aunque pueden ayudar a despertarlos, y en su nombre Federico es repetitivo en la familia Aragón al menos en cuatro generaciones. Balart fue un poeta y crítico literario (1831-1905) bastante conocido pues ha merecido el honor de ser incluido en el "Espasa Calpe"; entre otras es autor de obras como "Literatura y Arte", "Novedades de antaño" y "Fruslerías"; entre su producción poética está Horizontes y Dolores, libro este dedicado a su segunda esposa .

De los hijos de aquel matrimonio llegado a Astorga en 1887 el más conocido, José, se inclinó por la literatura y el periodismo que compaginaba con su trabajo, de maestro primero y de funcionario municipal después, y cuando escribo el más conocido es en el ámbito astorgano y provincial; Federico que era el mayor se fue por el campo científico y sus trabajos consiguieron cierta resonancia nacional. Cada uno de los tres, Eduardo, José y Federico, tendrán aquí su tratamiento específico y particularizado. Y por no perder la costumbre, como si fuera un aviso, en la niebla, a los navegantes municipales, sepan que estamos ante tres escritores astorganos, tres nombres de relieve en la vida ciudadana que van de 1887, con la llegada de la familia Aragón; creo que pueden y deben estar en la nómina de un callejero de la ciudad. Es una idea.

 

José Aragón Escacena

El 14 de julio de 1891 nacía en el número 5 de la calle Redecilla, de Astorga, uno de los muchos hijos que tuvo el matrimonio Aragón-Escacena. Hacía cuatro años que la familia estaba en Astorga, don Eduardo como médico del Hospital de San Juan, del Cabildo Catedral y del Seminario Diocesano. A este nuevo retoño lo bautizaron con los nombres de José, Carlos y Buenaventura; sería siempre conocido como Pepe Aragón.

Este Aragón Escacena es el literato de la familia y autor de Entre Brumas al que Valderas confunde y asocia con Federico, su hermano mayor del que habrá oportunidad de escribir. Este hijo de don Eduardo, Pepe, debió ser bastante aventurero, pues cuando contaba 16 años, suponemos que acabado el Bachillerato, anota su padre que embarcó en La Coruña rumbo a las Américas, regresando de Buenos Aires tres años más tarde, en 1910; cosa rara, en el dietario de su padre no se especifica cuándo, sabemos que recibió el título de Bachiller en Artes en el Instituto de Astorga y el de Contador de Administración o Perito Mercantil lo consiguió en la Escuela de Comercio que por aquellos años funcionaba en la vecina ciudad de La Bañeza. En cuanto al título de maestro, profesión que ejerció varios años, no existe el mínimo rastro del mismo ni de sus estudios; se puede presuponer que realizara esos estudios al regreso de Buenos Aires, pues a los cuatro años, en 1914, obtiene su primer destino en Silván, aldea de la Cabrera Baja donde estuvo dos cursos; tiempo éste en el que absorbió el ambiente cabreirés, montaraz y atrasado a límites insospechados de tal forma que su novela, con vocabulario incluido, es hoy imprescindible para un estudio etnográfico, lingüístico y costumbrista de la comarca. Curiosamente, Aragón Escacena, centra la acción de su novela en La Baña, pueblo que en aquella época en muy contadas ocasiones visitaría, si es que lo hizo.

En el curso 1916-17 desempeñó las funciones de inspector interino en las provincias de León y Palencia, para en septiembre de 1917 incorporarse a la escuela de Veguellina de Fondo y en el año 20 pasar a la del Hospicio de Astorga. En 1923 oposita a la plaza de Contador del Ayuntamiento astorgano, la cual, como la de Interventor más tarde, desempeñaría hasta su fallecimiento, con sólo 53 años, el mismo día de su onomástica, el 19 de marzo de 1945.

Aparte de la novena ya citada Entre Brumas, premiada en el 20 con motivo del IX Centenario de los Fueros de León, editada en 1921 en los talleres astorganos de Sierra, con bellísima portada de Monteserín, Pepe Aragón era un prolífico periodista; fue colaborador asiduo de La Luz de Astorga, Céfiro, El Fresco, Astúrica, Humo, El Pensamiento o Región Maragata, así como en otros de la capital provincial; en todas las empresas periodísticas y literarias de su tiempo andaba nuestro hombre; aparte de utilizar su firma con nombre y apellidos, que era la que menos usaba, tenía toda una legión de pseudónimos que empleaba según las circunstancias o la materia a opinar; así lo encontramos como Querubín, Javier de Tordesillas, Claro Verdades, Glacial, Fígaro, y otros.

También Pepe Aragón se rebeló como autor teatral, y en 1917 estrenaba en el Casino de Astorga su obra A merced de la corriente, una comedia dramática muy del estilo de la época, cuya síntesis pueden encontrar nuestros lectores en la obra El teatro en Astorga de nuestro cronista oficial, el querido don Luis Alonso Luengo, quien nos hace un retrato rápido de Pepe Aragón: Alto, huesudo, casi transparente, el sombrero de anchas alas derrumbado sobre el cogote, andando a largas zancadas era Pepe Aragón un ingeniosísimo conversador cuyas salidas de humor resultaban proverbiales. Y Magín Revillo -hijo- compañero en El Fresco lo califica de ágil, chispeante y gedeónico cofrade.

Pero el éxito de Pepe Aragón hay que centrarlo en el año 1922 cuando una compañía profesional, de Madrid, recorre buena parte de España representando su obra titulada La leyenda del Pazo, ambientada en tierras gallegas, con tres actos y escrita en prosa; el día 25 de septiembre de 1922 se presentó con todos los honores en el teatro Velasco de nuestra ciudad con gran éxito de público, compañía y autor; la compañía, ya se ha dicho, era de profesionales, encabezándola el actor Arturo Romero con la primera actriz Olvido Leguía; en la publicidad de mano del estreno que aún se conserva, la entrada de general costaba una peseta; 3,50 era el precio de una butaca y por 19,50 se podía adquirir un palco capaz para seis personas. Esta obra mecanografiada la tiene su hijo Pepe y el autor aquí le da el título de Leyenda de Miraflores, curiosamente, la firma con el pseudónimo de Tabarín.

Artículos periodísticos de todo estilo e índole, cuentos, poesías, todo, como un todoterreno lo cultivó Pepe Aragón, quien hasta nos dejó la letra de un Himno a las Milicias Nacionales al que puso música el entonces director de la Banda Municipal, Méndez Nogales. Es Pepe Aragón, pues, una figura para no tenerla en el olvido de los astorganos.

 

Eduardo Aragón Obegero 

D. Eduardo Aragón Obegero -casi siempre escrito así este apellido- fue todo un personaje, intelectual y humano de Astorga, en cuya vida cultural participó, desde su llegada a la ciudad, en 1887, hasta su fallecimiento en 1936, con sus ya venerables 88 años.

Por unos folios manuscritos suyos, que conserva su nieto Pepe Aragón, sabemos que nació en Madrid el día 18 de Enero de 1848. Recibió el título de licenciado en Medicina el 22 de septiembre de 1870, con 22 años y en junio de 1872 se le hizo entrega del grado de doctor, sin que sepamos cuál fue su tesis doctoral que estuvo preparando durante esos dos años, pues aquí es donde comienza su vida profesional, con un primer destino hasta 1874 como médico-director de los baños de Fortuna, en la provincia de Murcia; sucesivamente desempeñó la medicina rural en los municipios de Villardeciervos, Codesal y Boya, los tres en la provincia de Zamora, y pertenecientes a nuestra diócesis, hasta el año 1878; pasó a Cieza (Murcia) por sólo seis meses y de allí a Montearagón, en Toledo, donde permaneció hasta 1887, año en que se trasladó a Astorga para atender el Hospital de San Juan Bautista, al Cabildo Catedral que era patrono del Hospital y al Seminario, donde ya ejerció hasta su jubilación. En Villardeciervos -anota él- percibía unos emolumentos de 3.500 pesetas, al año, mientras que en Montearagón donde estuvo más de ocho años cobraba solamente 250, (me parece que puede haber error y serían 2.500); si bien ejercía, a la vez, como médico del ferrocarril Madrid-Cáceres y Portugal, así como de las minas del Horcajo, en Ciudad Real. 1.000 pesetas era la dotación anual que percibía a su llegada a Astorga.

D. Eduardo se integró con suma facilidad en la vida astorgana y entró en su círculo intelectual con una participación activa; hizo amistad con gentes como Pedro Rodríguez, Marcelo Macías, Angel Sanromán, Matías Rodríguez, Alonso Garrote y demás intelectuales que tan generosamente llenaron el último cuarto del siglo XIX y el primero del XX. Tomó parte activa en cuantos acontecimientos culturales se produjeron, como el Centenario; fue uno de los fundadores y directivo del Círculo Católico Obrero, así como de la Cruz Roja de la que era secretario cuando la repatriación de los soldados de las colonias con el desastre del 98. Toda esa labor cultural y caritativa que, también practicaba como médico particular, se reflejó en la concesión de la gran Placa de Honor y Mérito de la Cruz Roja en 1901, un homenaje popular que se le tributó en 1920, de cuya constancia su nieto Pepe conserva un hermoso pergamino de Florentino Francisco; era para entregarle la Medalla del Trabajo. Su filosofía de la vida queda reflejada en unas palabras suyas, que se imprimieron en las tarjetas de la comida-homenaje, en la que también aparece su fotografía, y dicen: en toda mi vida sólo he pedido a Dios que no me hiciera rico ni pobre, y salud para trabajar.

Aparte de numerosos artículos en revistas especializadas y colaboraciones en periódicos locales, de sus obras hemos de destacar una Breve memoria de los baños de Fortuna, editada en 1873, en su primer destino médico; desde el 83 al 92, en colaboración con los doctores Cuesta publica el Vocabulario tecnológico de Medicina, Cirugía, Farmacia y ciencias auxiliares, en cuatro tomos. Las epidemias en aquella época menudeaban; según sus apuntes le tocó combatir varias de escarlatina, gripe y de viruela; de ésta, una en Astorga a los seis meses de llegar; para ayudar a combatirla, a instancias del Obispado, publicó en la imprenta de Porfirio López -padre de Lorenzo López Sancho- un folleto de 14 páginas que siguiendo la moda de la época llevaba este larguísimo título: Breves nociones acerca de la enfermedad variolosa, acomodadas a toda clase de personas, con el método curativo que convendrá seguir en las poblaciones donde no haya facultativo para la curación de dicha enfermedad. El obispo Grau dispuso que se abonase su importe a través del Boletín Eclesiástico y se remitiera un ejemplar a cada parroquia.

En 1892 saca a la luz su obra El hipnotismo y la sugestión de 360 páginas con la que se entabló en La Luz de Astorga, periódico recién nacido, una seria y encarnizada polémica a cuenta de la Carta-prólogo que para el libro había escrito Pedro Rodríguez López, autor del Episcopologio Asturicense, y entonces canónigo en Cuenca, a donde lo había llevado el obispo Pelayo Conde.

También hacía don Eduardo sus pinitos literarios como podemos ver en la pequeña obra dramática, Napoleón en Astorga, escrita en verso y que fue estrenada en septiembre de 1910, dentro de los últimos actos del Centenario de los Sitios. Aragón Obegero, nunca lo fue y nunca presumió de literato; sí fue un gran médico y escritor científico; pero como entretenimiento y distracción tenía esa afición literaria de la que Revillo en sus Siluetas escribía lo siguiente:

En medicina doctor

y alma del Círculo Obrero;

es el tipo verdadero

del hombre trabajador.

Cuando libres, su labor

le deja algunos instantes

aún tiene arrestos bastantes

para templar la vihuela;

que, aunque viejo, le consuela

la caza de consonantes!

 

 

Federico Aragón Escacena

Como si de una sevillana se tratara, vamos con la cuarta y definitiva entrega en torno a la familia Aragón. Toca el turno a Federico, hijo de don Eduardo y, por tanto, hermano de Pepe. Nada menos que 18 años mayor que José, Federico había nacido en Madrid en 1873; se graduó de Bachiller de Artes, en Palencia, a los 16 años -según anotación de su padre- y se licenció en Ciencias Naturales, en Madrid, con buena aplicación pues en 1891, suponemos que estudiante, pues contaba sólo 18 años ganó el premio nacional de Zoología; sin que podamos precisar el año, a finales del siglo accedió a la cátedra de Ciencias Naturales del Instituto de León, donde permaneció hasta el año 1828, fecha de su fallecimiento; se carteaba con el Director del Museo Nacional de Ciencias, con la Junta de Ampliación de Estudios, y al parecer, también con Ramón y Cajal, aspecto éste que no he podido confirmar.

El primer trabajo que se constata de Federico, pues del premio de Zoología nada más se supo, es el titulado, Breve estudio antropológico acerca del pueblo maragato, publicado en 1902, con tres láminas, según nos informó su sobrina desde Oviedo; una nota en el trabajo asegura que era un avance de lo que se transformaría en tesis doctoral que no llegó a realizar. En la biblioteca de Mons. Quintana Prieto existe un folleto con el mismo título, editado en Anales de la Sociedad Española de Historia Natural; no está datado y consta de 19 páginas de texto y cuatro láminas, no tres, por lo que podría ser una reedición o ampliación del trabajo en 1902; en la primera de las láminas inserta 12 retratos -en busto- de otros tantos hombres maragatos; en la segunda, 12 mujeres, todas ellas con ropa maragata, no así los hombres; la tercera nos presenta un hombre mayor de frente y de perfil, al igual que la cuarta que lo hace de un hombre joven; todos ellos son parte de los 80 tipos estudiados antropológicamente por Federico, intentando desentrañar, un poco, la raza maragata; con este trabajo se planteó la teoría de si los maragatos podrían proceder de la raza libio-ibérica que propugnaba el Dr. Antón, profesor de Aragón; o según éste, podrían ser esclavos bereberes de los romanos; Aragón pide ayuda a los historiadores para resolver el enigma.

Nuevos elementos de Historia Natural fue otra publicación que aparece en el año 1907, para en 1908, en la imprenta de Bienvenido Fidalgo de León, saca a la luz su obra más importante Elementos de Anatomía y Fisiología, y nociones de Higiene, manual de su propia asignatura que alcanzó alguna edición más. Sus casi 270 páginas las divide en: tratado sobre la composición química del cuerpo, sus funciones de digestión, circulación, respiración y secreción; estudia el esqueleto, el sistema muscular y nervioso, el encéfalo y los órganos de los sentidos, así como las funciones de reproducción. En el apartado de Higiene informa de las bacterias y de una docena de enfermedades contagiosas, de las cualidades y calidades del agua, del aire, los alimentos y las bebidas. Cierra el libro recomendando ejercicios físicos como la marcha o la natación y duchas de agua fría; recomienda una casa bien orientada y ventilada, calles anchas y limpias, el retrete de sifón y alcantarillas que no desagüen a los ríos, si no a balsas de decantación; como sistema de calor para el hogar recomendaba los caloríferos, ni más ni menos que nuestras actuales calefacciones, pero dice que son casi imposibles de sostener en casas particulares por muy costosas. En 1913 por encargo y para una serie del Museo Nacional de Ciencias publica su libro Lagos de la Región Leonesa, de cuya importancia, aunque sea basada en leyenda y exoterismo, nos avisa la cita que del libro hace Sánchez Dragó en su Gargoris y Habidis.

En fecha no determinada -pudo ser hacia 1920- tiene con él en León a su hermano menor Francisco, al que sacaba 22 años; la viuda de éste no ha podido especificarnos cuánto, pero aseguró que poco, pues pasó Francisco a Avilés para dirigir el Instituto Municipal que él convirtió en Nacional, pasando después como ya se ha dicho al de Oviedo y a la facultad de Química de su Universidad.

La viuda de Francisco Aragón nos informó de la última peripecia vital de Federico; en fecha que ella no recuerda que podemos situar entre los años 20 al 25 acude a una oposición de cátedra en Madrid; sale decepcionado pues estaba convencido que había sido el mejor de los opositores y promete no volver jamás a presentarse, ni siquiera ir a Madrid. Pero en 1928 es nombrado como vocal de un tribunal de oposiciones, vocalía a la cual está dispuesto a renunciar, pero su mujer, doña Julia Pérez Benito, hermana del poeta astorgano Pompeyo Pérez Benito, pensando que así pueden pasar unos días juntos en la capital logra convencerlo; una afección gripal, a lo que parece era muy propenso, se le desencadenó durante su estancia madrileña, se le complicó y a consecuencia de la misma falleció en Madrid, donde había nacido hacía 55 años.

Se cierra así este retablillo que he querido dedicar a la saga Aragón de Astorga, en la que han descollado estas tres figuras importantes, el patriarca don Eduardo y sus dos hijos Federico y Pepe, a los que bueno sería tenerles algún recuerdo.

 

Martín MARTINEZ

Publicado en El Faro Astorgano en 1987