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Pedro Mato que estas en la tierra

por José Magín Revillo


Artículo publicado en El Faro Astorgano en 1995 cuando, con motivo de obras de mejora de la Catedral, la figura de Pedro Mato (que normalmente se alza sobre ésta) fue temporalmente retirada para realizar en ella trabajos de conservación

Lo primero que ves al llegar a Astorga es que no ves a Pedro Mato. En contra de lo habitual su nido en la torre es el único vacío de toda la ciudad. La Catedral, a lo lejos, no luce su pañuelo más querido. Falta el humo de sus torres, su acento más entrañable. Dicen que se lo han llevado a Valladolid para someterlo a una de esas modernas curas, a un lavado de imagen. Dios quiera que no nos lo conviertan en castellano-leonés, que es lo primero que allí intentan. Aunque sabiendo tanto por viejo como por maragato no será fácil que acepte invención tan extraña. Uno pensaba que Pedro Mato sólo podía ser alcanzado en sueños, y hasta parecía irreverente imaginar siquiera que pudiera ser bajado a nivel de las miserias humanas. Porque para descubrir su figura había que mirar necesariamente hacia el cielo. No había estrella más segura para devolverte a casa regresando desde la Forti o desde Celada, como no hay para el peregrino aparición más reconfortante camino de Compostela. Ni mejor adiós para quienes van a dormir a la vieja paz de Pandorado. Mi mejor santo y seña para llamar al cielo de los astorganos.

Entiendo ahora a tanta gente que se niega a ver un cadáver, ni siquiera el de sus padres, atenazados por un temor inexplicable. Esa misma sensación creo que fue la que me impidió ir a ver a Pedro Mato el día que fue bajado de su pedestal. Porque no se pueden tocar los suelos, ni ver el alma, ni comprender los misterios. Y Pedro Mato es, para quien fue niño en Astorga, todo eso y mucho más. Porque sabe de nuestras vidas más que nosotros mismos y de situaciones que pudieron cambiar el curso de nuestra existencia y que no llegamos a advertir. Era nuestro ángel protector en las noches de tormenta y el más seguro pararrayos de la ciudad. Guardaba secretos familiares, coloquios amorosos, porque además de pastor de nubes lo era también de confidencias. Los días comenzaban y terminaban en él. Alzar la vista para descubrirle y saludarle era otra forma de rezar.

Dicen que Pedro Mato entró en la historia cuando la invasión francesa, siendo el blanco perfecto de los soldados de Napoleón que, confundiéndole con un vigía, descargaron sobre él toda su munición sin conseguir derribarlo, lo que les hizo temer hasta dónde podía llegar la resistencia y la valentía de los astorganos. Lo cierto es que Napoleón no pudo pasar de Astorga. Aquí comenzó a apagarse su buena estrella. Llegó al frente de sus tropas por el Este hasta Moscú y por el Oeste hasta Astorga. El papel que en ello jugara Pedro Mato es otro de sus misterios.

Rezo ahora para que vuelva cuanto antes y termine esta orfandad que se advierte en el paso del tiempo, en el vuelo enloquecido de los pájaros que se resisten a dormir y en la inquietud de los sueños infantiles que nadie como él iluminaba, columpiándolos entre las torres. Y porque la Catedral sin Pedro Mato parece una i sin punto, una maragata sin tocado; y Astorga una ciudad sin alma.

 

 José-Magín Revillo

 Publicado en El Faro Astorgano en 1995