Luis Alonso Luego, escritor. Astorga, 1911-Madrid, 2003
El viaje de Madrid a Astorga
No había otro viaje para Luis Alonso Luengo que el de Madrid a Astorga, porque él vivía siempre pendiente de este destino: de la nieve del Teleno soñada desde cualquier mundo, del trasiego que circulaba por su natal calle de Postas, o por esa otra tan suya y cercana al Jardín y al Consistorio que lleva su nombre. Algo había en las pupilas de Luis que permitía asomarse al perfil de esta ciudad en la que vive desde hace 95 años. Porque Luis Alonso es todo un siglo de Astorga y su memoria más tenaz, más brillante y evanescente. Porque Astorga era su sueño, su desvelo, su imaginación, su trajín, el objeto de su crónica y de su tertulia, de sus libros y de su evocación. Era la dulcinea, también la "dulceana" de todos sus pensamientos.
Sabía Luis Alonso Luengo que su último viaje era el de Astorga, el que le traería Astorga si es que moría fuera de ella, cosa imposible, pues Luis siempre vivió aquí, aunque contemplara las puestas de sol desde su casa del paseo Rosales de Madrid y tuviera ante sí el Templo de Debod. El sol que se ponía sobre la Casa de Campo lo intuía desde su balconada como si se estuviera poniendo en el hombro derecho del Teleno, cerca de Foncebadón.
Más de una vez viajó conmigo a Astorga. Y en esos viajes, en ese viaje de Madrid a Astorga, Luis Alonso no me hablaba de otra cosa que de Astorga o me explicaba los roces astorganos o maragatos o leoneses de cada pueblo que cruzábamos, cada teso que se divisaba, a lo lejos y de cerca, me lo contaba con ese apresto astorgano que Luis le daba a todos sus relatos, a todas sus historias y a todas sus invenciones metafóricas de la ciudad. Y algo me decía de las postas de la arriería, de la amurallada Urueña, de las arboledas del Esla en Benavente. Y, de paso, me contaba su inolvidable primer destino. Cruzábamos el Órbigo y, entonces, su corazón subía por el río hasta que se asomaba a la conversación el brillo de una lanza de Don Suero. Pero cuando nos acercábamos a Astorga y se erguía en el paisaje como una acrópolis con sus murallas y su solemne catedral, Luis entonces callaba. Hasta que yo le decía: "Mira, Luis, la cigüeña, tu cigüeña del palacio". Y era una cigüeña que planeaba sobre la Moldera.
Acaba de hacer Luis Alonso Luengo su último viaje a Astorga. El mismo recorrido de otras veces. Ha sido un trayecto simbólico, porque en realidad Luis ha muerto en Astorga, ya que era en Astorga donde, sin duda, vivía. Cuando en la mañana del domingo supe que había muerto y que el Aleluya que repartían como felicitación pascual las cofradías llevaba dibujado a Santo Toribio, enseguida pensé que ese era el santo de la devoción de Alonso Luengo, al que le dedicó una juvenil y entusiástica biografía. Con el Aleluya en la mano, contemplando el encuentro del Resucitado y la Virgen del Amor Hermoso en el atrio de la Catedral, en ese momento una de las cigüeñas del Palacio voló hasta la peana de Pedro Mato. La rúbrica de ese vuelo era de las que le gustaba describir a Luis Alonso como cronista de Astorga, un lugar donde un vuelo de cigüeña, el día de su muerte, es la mejor condolencia.
José Antonio CARRO CELADA
Don Luis Alonso: un viejo amigoComo un tesoro rico de recuerdo y de erudición apasionada, guardo en los estantes de mi biblioteca muchos de los libros que escribiera Don Luis. Algunos, los que publicó en sus últimos años, tienen una entrañable y larga dedicatoria manuscrita que termina invariablemente con tres palabras: tu viejo amigo. Fue mucho lo que disfruté y lo que aprendí en mis conversaciones con Don Luis, con su simpatía arrolladora, con su anecdotario inacabable, con esa memoria elocuente de la ciudad, que ahora se va definitivamente. Astorga fue su referencia permanente y no hubo acontecimiento histórico, figura memorable, ciudad o suceso mundial que no terminara de algún modo relacionándolo con ella. No olvidaré nunca su charla amena en las visitas navideñas al Museo Nacional de Escultura, sus disquisiciones sobre Juni y sobre "el puñetero de Berruguete", como siempre decía, comparados naturalmente con Becerra, a quien la obra del retablo catedralicio convertía en astorgano de pleno derecho. La verdad es que son tantos los recuerdos que conservo de su amistad, de su capacidad para recrear los acontecimientos históricos, de su habilidad narrativa llena de un sentido del humor tan fresco, que eliminaban cualquier obstáculo resultante de nuestra diferencia de edad y que lo convertían en un viejo amigo de verdad. Enfermo ya y con la voz rota me llamó hace unos años por teléfono para referirme una noticia relacionada con los marqueses de Astorga, para decirme que vendría a Valladolid y que nos veríamos como siempre para hablar de Astorga. Estoy seguro de que allá donde esté, hablará de Astorga con todo el mundo, podrá al final dialogar con Toribio, con Valerio y con Egeria y será el mejor de nuestros embajadores.
PASIÓN ASTORGANA DE LUIS ALONSO LUENGODon Luis se nos ha ido, y nos ha dejado huérfanos. Don Luis Alonso Luengo era, y seguirá siendo, la costumbre de Astorga, la pasión de un hombre por su ciudad. Astorga sin don Luis ¡cuánto lo echábamos de menos estos dos últimos años ¡- ha quedado huérfana, toda ella.
Él menudo, de paso corto y vivo, de mirada escrutadora y mente despejada, curioso hasta la saciedad por todo, él, escribo, era Astorga, la ciudad que siempre llevó como faro y guía allá donde estuviera. Madrid lo llenaba de astorganismo por sí mismo, nunca necesitó de ayudas; en Tebas, en Estambul, en Praga, don Luis buscaba similitudes astorganas en sus monumentos, en sus escritos, en su aire, en su cielo. Y, al poco, nos lo contaba en nuestra prensa, en su prensa, con deleite y fruición; o encandilaba a quienes teníamos la suerte de compartir con él algunos ratos de ocio, con su verbo fluido, incansable, seguro para convencernos de aquello que había visto, comprobado y corroborado.
La pasión astorgana de don Luis hay que rastrearla, sin dificultad, desde su adolescencia y primera juventud, cuando con aquellos tres amigos, Juan, Leopoldo, Ricardo anduvieran soltando versos al aire de la Eragudina, convocando a los vencejos y encantando a las ranas del Jerga. Desde entonces don Luis subió, con sus tres inseparables, a la barca de la pasión astorgana, a través de "La Saeta" y "Humo" o con los cuatro escasos números de "El Mosquito". Ya no cesará en su pasión, Astorga.
Él que se reveló el poeta más tempranero de los cuatro con sus "Estampas y Madrigales", se volvería, y se volcaría, vamos a decirlo así, en el pionero de la promoción de Astorga, en su mejor valido. Santo Toribio, Prisciliano, la monja Eteria, la Bandera de Clavijo que ayer lo arropó en su Consistorio, las sirenas de las balaustradas catedralicias, las cosas más nimias de Astorga, como aquella cigüeña "Chosca" se enaltecían en su pluma.
Por eso un día los astorganos lo redimieron de su "Invisible prisión" y lo coronaron como Cronista Oficial de la ciudad, la envidia de su amigo Lorenzo López Sancho, el astorgano que solamente era cronista de la villa de Madrid; nunca un nombramiento ha sido tan merecido para quien años más tarde sería proclamado Hijo Predilecto. Como otro día hicieran los vecinos de Hospital de Órbigo, con puente medieval que tantas páginas suyas llenó; allí tenía, también, parte de sus raíces.
Astorga, la Maragatería, la Cabrera, el Órbigo y demás comarcas tuvieron en don Luis su juglar, su cantor, su contador, que nadie como él enhebraba historia y sucesos, ensueños y leyendas. Llevaba casi un siglo sembrando escritos, rastrillando documentos, cosechando libros y artículos. Ayer lunes, en la infraoctava de Pascua lo dejamos vecino, muy cercano de Ricardo, de Juan, de Leopoldo, de Luengo Martínez, de Quintana Prieto, de Carro Celada, sus amigos todos.
Con don Luis se nos ha ido toda una generación, varias generaciones, todo un siglo de historia, de poesía, de leyendas, de pasión por su ciudad. Se nos fue parte de Astorga.
Martín MARTÍNEZ
AMIGO SIEMPRE, DON LUIS, AMIGO Y MAESTRO
Se había quedado silencioso en los últimos años, pero no sin manifestar como podía su interés por Astorga y por los amigos. Y se ha ido silencioso en Semana Santa, tiempo consolador para morir con esperanza. Esa Semana Santa de Astorga que todos los que aquí nacimos llevamos como una herencia luminosa en la memoria, de la que él escribió con acierto, sentimiento y belleza, y que vivía como se viven aquellas realidades que nos conforman. Como astorgano y como creyente a Don Luis Dios se la ha llevado en el tiempo más oportuno, y para él habrán tocado las Pascualejas en la mañana de Pascua el concierto de la Vida.
Mucho le tenemos que agradecer a Don Luis, la memoria de sus libros, de sus conferencias, de sus presencias, pero sobre todo, yo al menos lo hago con intensa emoción le tenemos que agradecer su señorial modo de ser cercano y entusiasta.
Don Luis nos ha llenado de emoción por Astorga y nos ha contagiado siempre un saludable optimismo, nos ha dado ánimos, se ha interesado con verdad por lo que hacíamos, nos ha regalado con generosidad sus saberes, pero sobre todo sus emociones.
Era en estos momentos el Patriarca de las letras astorganas y siempre una estela de pena viste a la ciudad cuando para uno de sus mejores hijos se cierra el ciclo del tiempo. Es como señalar el fin de una época: el de aquella Escuela de Astorga, que siempre será una memoria de primavera en nuestra historia.
Me hubiera gustado presidir o al menos estar en sus funerales, porque me senté a su mesa y me abrió siempre su casa, porque estuvo siempre atento a la felicitación y al estímulo, porque fueron dichosos los momentos compartidos, lecciones siempre sobre Astorga vista y contada con una especial belleza, con una particular y preciosa manera, que se agradecía como se agradece la verdad y la poesía. Pero me coge en Roma la noticia que por correo electrónico me comunica, oportuno y amigo siempre, Manuel Arias, y desde Roma, geografía que Don Luis inmediatamente pondría en relación con Astorga con mil detalles sabrosos reales o fantásticos, siento en este Domingo de Pascua una real pena, una necesaria gratitud, y digo una plegaria a la Odegetria tan repetidamente "Madonna" con mil títulos invocada en todas las iglesias de la urbe y en tantas esquinas de sus calles, por Don Luis Alonso Luengo, que contaba con un realismo delicioso la historia o la leyenda , de Santo Toribio, trayendo de Jerusalén a Constantinopla aquel supuesto retrato de Nuestra Señora pintado por San Lucas.
Me alegra que este año la felicitación Pascual de Astorga, el Aleluya, lleve un Santo Toribio, dibujado por Sendo, estoy cierto que esa circunstancia agradaría a Don Luis, que fue su biógrafo, y que en esta Pascua le habrá recibido en el cielo como se reciben a los amigos del alma, igual que él siempre nos recibió a quienes generosamente nos hizo sus amigos, y que ahora con pena y con nostalgia sentimos que su tiempo ya no sea el nuestro, aunque seguirá indeleble en el recuerdo y en la gratitud
Miguel Angel González García
Señor y CaballeroDon Luis Alonso Luengo a lo largo de su vida demostró ser un Señor y Caballero ejemplar, paradigma de compañerismo y de la amistad, el anfitrión de exquisito trato; el erudito divulgador de las gestas y efemérides del viejo Reino de León; trovador y juglar de las glorias de Astorga y de la Maragatería cantadas con el corazón y con el alma. Fue Teleno de bondad y honradez, siempre dispuesto a ayudar a quien solicitase su favor.
La monja Egeria, Marco el mago de Mentis, Basílides, Prisciliano, San Genadio, Santo Toribio, la idea imperial leonesa, Guzmán el Bueno, Suero de Quiñones, Napoleón, el relojero Losada, y Astorga, Astorga y siempre Astorga.
Le decía hace tiempo, en la tertulia "Los Marcianos" que era el apóstol de la astorganía. El arquitecto o alarife de esa gran realidad conocida por la Cultura o Escuela de Astorga.
Viajé con él por muchas regiones de España y algunas de la vieja Europa, y don Luis con voz potente y elegante erudición nos explicaba la historia, los acontecimientos, los personajes del lugar, y siempre Astorga y León brotaban de su corazón como alfaguara incontenible de los más puros sentimientos de cariño y amor a estas tierras de su nacencia.
El recuerdo de este gran Caballero y Señor vivirá eternamente en el espíritu, en el aire, en las viejas y milenarias piedras de esta tierra a la que él tanto amó.
Conrado BLANCO (Cronista Oficial de La Bañeza) UN PERSONAJE IRREPETIBLEDomingo de Resurrección. Regreso de Astorga a Madrid. La carretera inundada de coches. El asfalto inundado por una lluvia constante. El limpia-parabrisas del coche parece ir acompasado con los monótonos latidos del corazón. Suena el teléfono móvil. Mi hijo mayor, todavía en Astorga, da la noticia a mi mujer: Ha muerto Luis Alonso Luengo. La lluvia arrecia, hay que aumentar del ritmo del limpia-parabrisas. El corazón late más deprisa.
Cuando muere una persona, se suele decir que se trata de una pérdida irreparable. En el caso de Luis Alonso Luengo, no es una frase hecha: es una realidad. Es una pérdida irreparable para su familia, para sus amigos..y para Astorga. Porque la vida cultural y literaria de Astorga en los últimos ochenta años no se concibe sin la presencia activa y enriquecedora, de Luis Alonso Luengo. En Madrid, o donde estuviera, Luis estaba siempre presente en Astorga. Ahora, cuando personas más preparadas y más conocedoras de la obra de Luis Alonso Luengo analizarán su labor creadora, yo quiero limitarme a evocar unos cuantos recuerdos.
La primera vez que oí a Luis fue en el verano de 1957, en un acto literario en el Casino de Astorga. Intervino en primer lugar, seguido de Ricardo Gullón y de Leopoldo Panero. Para mí, un joven estudiante de Periodismo, que había acudido a una Astorga en fiestas para ver a su novia, con la que había decidido compartir su vida ( y así ha sido, cinco años de noviazgo, cuarenta y uno de matrimonio, y hasta que la muerte nos separe, aunque no creo que la muerte sea capaz de separarnos), era sorprendente que una ciudad pequeña hubiera dado tres personalidades literarias de esa talla, a las que habría que añadir a Juan Panero, a Lorenzo López Sancho, y a otros escritores y poetas, congregados en una misma época , en un fenómeno difícilmente repetible, como irrepetible es la figura de Luis.
Más adelante, he tenido muchas ocasiones de conversar con Luis. Formamos parte de la comisión organizadora del monumento a Leopoldo Panero, y entonces me comentó su temor de que le consideraran en Astorga "perejil de todas las salsas". Yo le contesté que en ninguna salsa cultural o literaria en Astorga podía prescindirse del perejil de su presencia. Cuando publicó su libro sobre los maragatos pude gestionar su presencia en televisión. Antes había admirado su guión, dirección y presentación de la "boda maragata", en Castrillo de los Polvazares, con Maruja Botas de protagonista, y que se emitió por radio. Luis Alonso Luengo, además de un ilustre magistrado, y de un prolífico escritor, fue un gran Jefe de Programas en Radio Intercontinental en Madrid. Hace pocos años le ví en Misa en la Iglesia de los Jesuitas de Serrano, acompañando a Serrano Suñer, que tenía dificultades para andar. Serrano Suñer, ya centenario, le ha sobrevivido (¡Ha sobrevivido a tanta gente, a tanta historia!).
Nos veíamos en Madrid con las gentes de Astorga, en homenajes, actos literarios..y en funerales, que son los acontecimientos que suelen congregarnos. La última larga charla fue sobre mi abuelo, Sinesio Delgado. Le comenté que mi abuelo, licenciado en Medicina a los diecinueve años, profesión que no llegó a ejercer para dedicarse a la Literatura, había escrito en su último año de carrera en Valladolid un drama en endecasílabos, "La Cruz del Puñal", que despertó las iras de los estudiantes contra una crítica adversa, provocando problemas de orden público, aunque mi abuelo quedó muy satisfecho porque con lo recaudado en la función se costeó el título a un compañero, llamado Escobar.
Ante mi asombro, prometió referirse al tema en un artículo. Pero ya las fuerzas le fallaban. Ahora nos ha dejado, y está en presencia de Cristo resucitado, que le podrá confirmar, sin género de dudas, el origen del vocablo "maragato". Y aquí nos quedamos con su recuerdo y su ejemplo.
Alberto Delgado.
LUIS ALONSO LUENGO Y LA CULTURA CEPEDANA
La noticia arribó de improviso el Domingo de Resurrección a primera hora de la mañana. Poco después me llamaron algunos amigos de la prensa. Don Luis Alonso Luengo, patriarca de las letras de Astorga y doctor en "ciencias leonesas" había muerto en Madrid. Noventa y cinco otoñadas le observaron hasta entonces. La dolencia que puso fin a tan productiva existencia no fue otra que la edad, ya próxima a la centuria.
Vivir es llegar y morir volver. Sucumbir el Domingo de Resurrección, sin embargo, parece una paradoja caníbal del destino. Yo salvé la vida de milagro un año antes, ese preciso día, en un terrible accidente de moto en la N-VI, cuando ya atisbaba en el horizonte Astúrica Augusta. Caprichos del azar y de las deidades telenales. Hay quien sostiene la tesis de que el azar es orden en el tiempo.
La última vez que estuve con don Luis fue en uno de los tradicionales almuerzos madrileños de la tertulia literaria Arco Iris en el restaurante Bulevar. Alonso Luengo era nuestro entrañable y erudito presidente. La comida se prolongó como de costumbre hasta bien entrada la tarde. Aprovechando el cónclave gastronómico nos sacaron unas fotos para ilustrar la portada de División de opiniones, el libro colectivo que a finales de 2001 se editó en el sello asturicense Lobo Sapiens y que tuve la grata incontinencia de coordinar. En aquella ocasión estaban ausentes Antonio Pereira, Antonio González-Guerrero y Alfredo Álvarez, también miembros creadores de Arco Iris. Don Luis, como autentica memoria viva de Astorga, ya se sabe que la cultura es una forma de la memoria y viceversa, abrió el texto con sabrosos artículos dedicados a su bimilenaria ciudad. Eugenio de Nora, César Aller, Francisco de Cadenas, Martínez Valdueza, Rogelio Blanco y yo mismo éramos los otros autores-tertulianos del volumen, casi todos hijos en desbandada de los pagos cepedanos. La Casa de León en Madrid, el Instituto Cepedano de Cultura, la Unión de Escritores y Periodistas Españoles, de la que don Luis era correligionario señalado, y la Diputación de León se encargaron del mecenazgo del corpulento tomo. División de opiniones ha sido, por consiguiente, su obra postrera en vida, después de una treintena de fecundos libros donde cultivó con dominio todos los géneros de la lengua del Mutilado de Lepanto.
La estrecha relación de la familia Alonso Luengo con La Cepeda fue fructífera y, por supuesto, apasionada. Su padre conservó casa abierta en Vega de Magaz hasta casi mediado el siglo. Con el paso de los años demostró don Luis su cariño y apoyo intelectual por esta comarca que comenzaba a salir de la dura economía de subsistencia. Desde su sobresaliente posición en la Villa y Corte nunca vaciló en favorecer a todos los leoneses que se ponían a su alcance, a los astorganos, a los maragatos y, como queda dicho, a los cepedanos. No en vano fue un enérgico cepedano, Bernardo García, con quien fundara por la década de los 40 la Casa de León en Madrid, que presidió largo tiempo, y que tanto ha hecho y sigue haciendo por los intereses del escuálido Viejo Reino.
Es necesario que en León o en cualquier otra parte sepan que la Casa conserva su nombre e independencia gracias a la decidida postura de don Luis. "Pobres pero leoneses", remachó muy digno ante el pleno del Consejo Superior de la institución extraterritorial, evitando que a cambio de unas subvenciones pasara a llamarse Casa de Castilla y León, como pretendía codiciosa e interesadamente un tal José María Aznar, a la sazón presidente de la comunidad autónoma de igual nombre.
En 1990 presenté en la Casa, como infinidad de leoneses, uno de mis primeros libros, concretamente El esclavo mundo de las drogas. Don Luis ofició de introductor y de maestro de ceremonias ante el público y la prensa en el salón de actos de La embajada como hoy llamamos a la Casa, a la que luego dediqué una novela de idéntico título. Al concluir el acto me entregó con expresión endulzada los seis folios de su brillante y generoso alegato. Junto al buey viejo ha de aprender a arar el nuevo.
Entusiasmado se mostró el maestro cuando en 1995 bautizamos La Voz de La Cepeda y Maragatería. Varias décadas antes había hecho lo propio con el anhelado Faro, ahora decano irrebatible de la prensa diaria astorgana. El proyecto cepedano se diseñó en el transcurso de una cena en el ambigú de La embajada, después de la típica conferencia en el anochecer de los viernes. Don Luis aportó su longeva experiencia y algunas ideas luminosas. El periodismo era una de sus pasiones indisimuladas. La Ser y Radio Intercontinental, donde batallamos guiones y programas algunos cepedanos en la diáspora, son puntuales notarios de ello. Desde el mismo número cero fue uno de los principales colaboradores en las páginas de La Voz. Similar postura mantuvo con la puesta en marcha del Instituto Cepedano de Cultura -Icecu-, a cuyos estatutos constituyentes añadió en su casa de la calle Postas de Astorga algunos valiosos matices. Me consta que hizo gestiones para estimular su inscripción en el Registro.
La salud en los últimos años no cortejaba en abundancia al Hijo Predilecto de Astorga. No obstante acudió en alguna ocasión a los populares Encuentros de Escritores y Artistas Cepedanos que se han venido celebrando en distintas localidades de la mancomunidad y fuera de ella. No quiso dejar pasar el homenaje que se le tributó a Eugenio de Nora en Zacos sin mandar una hermosa comunicación escrita de adhesión. Todos los tertulianos de Arco Iris fuimos testigos privilegiados de lo que él acuñó como "fenómeno cultural cepedano", luego llamado coloquial y desacertadamente "lobby cepedano", compuesto por intelectuales, escritores, ensayistas, poetas, novelistas, filósofos, pintores, músicos, letristas, escultores, humoristas gráficos, editores, docentes y políticos nacidos o vinculados al solar cepedano.
La semana cultural que se dedicó en abril de 1998 a La Cepeda en la Casa de León, siendo presidente el ingeniero y matemático de Magaz de Cepeda Antonio García, contó asimismo con la presencia y participación del insigne humanista, magistrado del Supremo, académico de la Historia y cronista oficial de Astorga y Hospital de Órbigo. Allí nos habló con deleite, como tantas veces lo hacía don Luis, de la conocida "idea imperial leonesa". Es evidente que no se puede cambiar a voluntad el curso de la historia a base de sustituir los retratos polvorientos colgados en las paredes. Don Luis Alonso Luengo lo sabía. Fue un riguroso historiador que sirvió a la verdad y no a los tentadores intereses políticos e ideológicos de moda en el paisaje celtíbero y en los salones engominados y neoabsolutistas de la capital del Pisuerga.
A don Luis le dimos tierra el 21 de abril cuando el sol estaba a punto de emprender el ocaso. Si las lágrimas son en realidad la sangre del alma, los que allí nos encontrábamos la teníamos pateada. ¡Qué punzante y misterioso es el país de las lágrimas! El sepelio se prolongó durante casi tres horas. Media de traslado a hombros desde el consistorio a la catedral, con acompañamiento de la familia, la banda municipal y las autoridades civiles y militares. Otra de liturgia religiosa con el prelado asturicense y una quincena de presbíteros oficiando. Media de marcha lenta al camposanto astorgano. Otra media de plegarias e invocaciones en la capillita de la sacramental y, finalmente, quince minutos para introducir el lecho de caoba en la tumba a toque de corneta del Regimiento de Lanzacohetes de Santocildes. Hasta ese momento el ataúd permaneció cubierto con el pendón de la controvertible batalla de Clavijo. Al otro lado de los muros de la necrópolis, La Cepeda observaba en silencio como se iba un hombre que la amó.
La sabiduría me persigue sin tregua, pero yo soy mucho más rápido, pintarrajeó un alumno negado y audaz en un pupitre de la Facultad de Filosofía y Letras de la Complutense. Don Luis, todos lo sabemos, nunca estuvo muy dotado para el ejercicio físico. Se apagó, como vivió, sabio. Quede, pues, constancia de ello en recuerdo a su memoria para siempre inolvidable. Que la tierra que le vio nacer le sea leve y los dioses del Teleno favorables. Verba volant, scripta manent.
Ricardo Magaz
Entrevista a Luis Alonso Luengo "No me considero maestro de nada"En 91 años de edad, este ilustre personaje astorgano ha escrito y publicado 22 libros, entre ellos: "Guía artística y sentimental de la ciudad de Astorga", en colaboración con Ricardo Gullón y Leopoldo Panero. Ed. Porfirio López Astorga 1929. "Santo Toribio, obispo de Astorga", Ed. Biblioteca Nueva Madrid. Edic. 1950 y 1982. "El puente del paso honroso", en colaboración con Juan Carlos Villacorta y Lorenzo M. Juárez. Ed. Rollán. Madrid 1951. "La cigüeña del palacio", Novela Premio de Novela Provincia de León de Diputación Provincial de León. Edic. 1959 y 1988. "León en sus castillos", Edi. Instituto de Estudios Leoneses. Madrid 1959. "Gaudí en Astorga", Ed. Biblioteca Estudios Astorganos, 1960. "León (La España de cada provincia)". Ed. Nacional. Madrid 1964. "Los maragatos", Ed. Nebrija, Edic. 1980, 1983 y 1985. "El reloj de la Puerta del Sol: vida y genio de su constructor Losada", Ed. Comunidad de Madrid, Consejería de Cultura 1990. "La ciudad entre mí (crónicas astorganas desde mi tiempo)". Dividido en tres partes: "Rincones con Figuras", Astorga en la distancia y Prototipos que fueron. Ed. Ayuntamiento de Astorga 1996.
Sin embargo, no termina aquí su largo repertorio, pues ya está escribiendo otro que lleva por título: "Una mujer en la Catedral".
¿Hablemos de la Escuela de Astorga?. Su origen y desarrollo.
Fue una idea de Gerardo Diego cuando pasó tres veranos en Astorga durante la Segunda Guerra Mundial. Descubrió las revistas que habíamos publicado Leopoldo y Juan Panero, Ricardo Gullón y el que suscribe. Era en orden a la fidelidad al "tronco astorgano" de los cuatro, cada uno a su manera. Fidelidad que en Leopoldo y Juan llegó a penetrar hasta la entraña más pura de aquella atmósfera haciéndonos una revelación poética de su ser. El misterio que presentíamos en orden a la ciudad se había con ellos transustanciado en poesía. Era ya poesía a plena luz y sobretodo de una verdadera autenticidad. En Leopoldo por la más escalofriante y densa disolución de la raíz en sí misma del alma del poeta, por la que Dámaso Alonso llamó a su poesía "poesía arraigada". En Juan, por la ingenua y transparente y sosegado cristalinidad que transmutó en mundo ingrávido y evanescente la densidad del misterio, guiado dice Gerardo Diego por la sombra dulcísima de Virgilio por producto amoroso de su comunión diaria con el sereno y austero paisaje astorgano con el canto Teleno al fondo. En Ricardo, con los ascendentes hipercríticos de Astorga. ¿Qué de extraño que surgiera con vuelo nacional y universal la arboladura de crítico creador que fue quien con su trabajo de investigador según se estableció en la entrega del Premio Príncipe de Asturias que le convirtió en el desvelador del misterio artístico del hombre?. ¿Y en mí?. Voy a tomar para definirme aquella actitud que me atribuye Ricardo: sentir el vivir de Astorga, el histórico y el actual, con rumor de mito al fondo, cosa que han explicado José Antonio Carro Celada y Germán Gullón, que llama a esto nuestra ficción. Y esto a veces comprimiendo, sintetizando en aforismos aspectos astorganos para mejor divulgarlos. He aquí algunos de ellos tomados al azar: el Teleno, Fujiyama de la tierra Maragata. Astorga silencio de piedra retumbante de campanas. Pasear por la Muralla es como sentir el Teleno en el alma. Astorga, por europea, como Gante o Brujas, es la capitalidad de los muñecos en el aire. Aquí, la cigüeña de campesina, se ha hecho episcopal y palaciega. La ciudad de la invisible emparedada. Astorga, tan mitificadora, que crea tradiciones nuevas como la de D. Antonio Gaudí. Ciudad colgada de jardines, murallas y vencejos. La ciudad donde las lápidas romanas son arcángeles que cuidan las ruinas enterradas. ¡Cuántas veces Ricardo me llevó del brazo a la Eragudina frente al Teleno y las murallas romanas, para mejor sentir el mito al fondo!.
¿Identidad leonesa o identidad castellano leonesa?
Ni una cosa ni otra. Identidad astorgana que tiene un sentido profundo en la historia y en la actualidad.
Astorga me ha rendido los máximos honores
¿La historia de Astorga está suficientemente estudiada?
No. Ha tenido magníficos historiadores como don Marcelo Macías, o don Matías Rodríguez y últimamente con la enorme capacidad de Augusto Quintana, y la prosopopeya histórica y presente del actual alcalde, Alonso Perandones, que ha prolongado el último de mis libros, editado por el Ayuntamiento de Astorga. Gracias a él, se han descubierto una cantidad inmensa de ruinas romanas, se ha puesto en vilo de alma la Ergástula y el alcantarillado romano, y Astorga ha vuelto a recobrar el misterio que siempre la ha envuelto.
Luis Alonso Luengo, por sus limitaciones producidas por la edad, dicta sus libros a Mª Teresa Blanco, después de hacer notas a mano con su bolígrafo y para seguir en "plena forma", todos los días lee, escribe, pasea temprano, a las 9 de la mañana.
Alonso Luengo, ¿siente una predilección especial por su libro "Don Suero de Quiñones"?
Sí, porque revela un momento en que la Ley de Caballería se impuso en el Paso Honroso frente a las demás leyes castellanas que creaban tipos Mío Cid Campeador, Laín Calvo o Nuño Rasura y frente a ello, Astorga en el Puente del Paso Honroso se unió al mundo caballeresco que dominaba en Europa.
¿Qué es ser Cronista Oficial de Astorga?
Ser Cronista Oficial de Astorga significa para mí muchísimo. La prueba es el libro que acabo de publicar que son más de 50 crónicas astorganas de rincones, tipos de Astorga y sobre todo, inquietud misteriosa de la ciudad que unió el Camino de Santiago a la Vía de la Plata y trajo a Occidente toda la cultura oriental que desde aquí se desparramó por Europa.
¿Se siente reconocido en la ciudad que le vio nacer?
Reconocidísimo. La ciudad de Astorga me ha rendido los máximos honores, y no digamos el alcalde actual, don Juan José Perandones.
No me considero maestro en nada
¿Le hubiera gustado haberse dedicado profesionalmente al oficio de escribir? ¿A qué edad publicó su primer libro?
Pues sí, me hubiera gustado, pero las circunstancias de la vida mandan. Yo hice las oposiciones a la judicatura, las gané y tuve que dejar el Doctorado que yo había hecho pensando en ir a la Cátedra de Universidad, empujado por el Catedrático de Internacional de Valladolid, Camilo Marcia Trelles. Mi primer libro se publicó a los 20 años.
¿Hubo algún libro que le hubiera gustado publicar y por alguna circunstancia no lo hizo?
Sí. Un libro titulado "Una mujer en la catedral", al que antes he aludido. Hice un esquema. No lo publiqué por temor a caer en posibles heterodoxias.
Háblenos de don Suero de Quiñones.
Sé decir que yo pienso con Antonio Pereira, que es mi libro mejor. En él, trato un tema que es algo que a mí me ha preocupado siempre. Castilla creó héroes (el Cid Campeador, Laín Calvo, Nuño Rasura). León creó sus arquetipos y el más característico, el Don Juan, que según Ramiro de Maeztu, nació en un romance novelesco de un pueblo de la montaña de León, y se prolongaron en la feroz Delgadina, en Suero de Quiñones, que fue un arquetipo muy de su época Ley de Caballería y que se caracterizó como tal en el Passo Honroso del Puente de Órbigo, girando desde el amor por una dama imposible, a la gastronomía cortesana, de la invención del tenedor cosas ambas que en el Passo quedaron bien manifiestas como característica de los arquetipos de los Caballeros Andantes de aquel momento, que no tiene nada que ver con los héroes que Castilla forjó.
¿Se considera el patriarca de la literatura astorgana y a la vez un poco el "maestro" de los escritores noveles?
No me considero maestro en nada, y menos de los escritores noveles. Los hay en Astorga muy buenos, con una capacidad lírica y narrativa y de investigación, verdaderamente increíble. Ante ellos hay que descubrirse y sentirse discípulo y no maestro.
Alfonso DEL RÍO SÁNCHEZ