Astorga Virtual.Toda la información sobre la ciudad de Astorga y sus entornos
Periódicos, imprentas y medios de comunicación
Un paseo por cuarenta años de medios de comunicación
Astorga, de Gütemberg a Marconi
Por los años cincuenta Astorga disfrutaba de dos productos culturales tan típicos o más que las mantecadas. Dos periódicos trisemanales que salían a la calle al tresbolillo -el domingo no había comparecencia- y contaban y se copiaban las noticias locales y se enzarzaban en largas y descomunales polémicas en las que contendían las más sabias firmas del lugar. Por aquellas fechas se montó la más alta discusión que vieron los siglos de papel de la ciudad, a propósito del interés histórico de la Celda de las Emparedadas y de los merecimientos artísticos de la iglesia de Santa Marta. El Pensamiento Astorgano encendía sus castillos artificiales para apoyar la tesis de la conservación y La Luz de Astorga, con Ernesto Fidalgo y su carcaj lleno de dardos, disparaba con puntería iconoclasta.
Al comienzo de la década de los cincuenta La Luz de Astorga ya había cumplido con creces el medio siglo de edad y El Pensamiento Astorgano estaba a punto de cumplirlo. Ambos se repartían o se disputaban la mesa informativa de Astorga. Pero de eso hace ya más de cuatrocientos años, si hacemos caso al número 7.026 de El Pensamiento, fechado erróneamente el "jueves, 14 de junio de 1591". Siglos después, José Luis Martín Descalzo en La frontera de Dios (1956) eleva esta fricción periodística astorgana a ficción novelesca. Irola -escribe Martín Descalzo- "tiene dos periódicos que aparecen en días alternos. Lunes, miércoles y viernes se publica La Voz de Irola, y martes, jueves y sábados es La Luz de Irola quien sirve su salsa de noticias. Como los dos periódicos salen a la caída de la tarde, los domingos ambos directores descansan y pueden dedicar un día entero a murmurar uno del otro, y viceversa. Aunque, a pesar de la cordial antipatía que ambos directores se profesan, el contenido de los dos periódicos viene a ser prácticamente el mismo".
Las postrimerías de La Luz y El Pensamiento
¿Quién habría de decir que, tras veinte años de dura competencia, el dueño de la imprenta donde se tiraba La Luz de Astorga se convertiría en propietario también de El Pensamiento astorgano y que el director de éste, Magín Revillo, se alzaría con el santo y la limosna como responsable de ambos? Pues así ocurrió, a finales de los años sesenta, una vez que La Luz quedó huérfana de la brillante y acerada pluma de Fotófilo". El Pensamiento tenía problemas empresariales y La Luz los tenía de pulso director. Con que, eso pasó, una sorprendente reconciliación. No obstante Magín Revillo en La Luz no pasaba de ser un director bastante ornamental, no as¡ en "su" periódico, desde donde se despidió de la profesión con un "Hasta siempre", el 27 de junio de 1974.
Comenzó entonces una andadura ajetreada que terminó en 1975 con la creación de la sociedad "Editorial Luz y Pensamiento" y un cambio posterior de manos propietarias, de Enrique Martínez Cornejo a Felipe García. Durante cuatro meses -del 13 de abril al 14 de agosto de 1976- supo Astorga, por primera vez en un siglo, lo que es no tener un periódico que llevarse a los ojos.
Sólo llegó a ver la luz, en agosto, El Pensamiento Astorgano, pero desde los hornos tipográficos de Diario de León. Se imaginaba, escribía y maquetaba en Astorga y viajaban a León los originales en el coche de línea de Alvarez. Primero Silverio de Legorburu, después Paulino Sutil, como directores; y siempre Alberto Matías como director adjunto y Magín Revillo director honorario. El Pensamiento Astorgano apareció flamante durante tres años, con ocho páginas, muchas fotografías y preocupación informativa, con secciones nuevas y firmas de siempre. La imagen externa del periódico puede quedar como la más trabajada y atractiva de la prensa astorgana. Aunque, como no hay bien que cien años dure y el bien además era caro, el propietario vino a decir que como aventura periodística ya bastaba y como testimonio cultural era suficiente. El día 27 de julio de 1979 deja de publicarse, pero guarda el adiós para un número solitario que apareció durante las fiestas de agosto.
Revistero religioso
Una ciudad, cuyo primer periódico fue el Boletín Oficial del Obispado (1852), necesariamente va a contar, por ser cabecera de diócesis, con numerosas publicaciones de carácter religioso, algunas amparadas legalmente como suplementos del Boletín. Así sucede con Acción (1952), publicada por la Acción Católica de la diócesis de Astorga, de periodicidad bimestral; con Apóstoles (1955), que se declaraba una "publicación circunstancial para los sacerdotes de la diócesis"; con Hoja Veraniega que, durante las temporadas estivales de los años cincuenta, mantenía abierta con los seminaristas una puerta informativa. Las tres se imprimían en Cornejo, mientras que en Cuiñas se tiraba Inquietud (1958), un boletín de los hombres de Acción Católica. A todo esto -cada semana y desde 1948- Mi Parroquia venía fielmente visitando las casas de miles de feligreses diocesanos. Y de modo más parroquiano, en la barriada de San Andrés, aparecía Aspa (1958), una iniciativa muy familiar que salió toda ella de la pluma de Esteban Carro Celada quien, ya como delegado diocesano de Medios de Comunicación Social, tramitaba, bajo los auspicios del obispo Castelltort, la viabilidad de una emisora de la Cadena de Ondas Populares.
"Teleno" y otros intentos
No debe olvidarse, como ejercicio aislado de los cincuenta, un periódico juvenil que traía intenciones de resucitar las veraniegas apariciones de La Saeta (1925), Humo (1928) y El Mosquito (1929) de la "Escuela de Astorga". Se llamaba Chiquilladas (1955) y fue impulso de un solo día, aunque con el propósito declarado de salir en más ocasiones. Tenía sus pinceladas críticas contra el adocenamiento astorgano y sus maneras y manías sociales. Nadie firma sus artículos y sueltos, pero detrás se esconde una pandilla de "veraneantes", encabezada por Fernando Alonso.
Este género periodístico, con tutela académica, será una constante desde la década de los sesenta hasta hoy, en que se constata una verdadera inflación de publicaciones escolares, algunas sin suficiente aliento económico para acceder al tradicional prestigio de la letra impresa. El proyecto más granado fue Teleno (1963), revista del Instituto Nacional de Enseñanza Media de Astorga. Era entonces director del centro el catedrático de literatura y hoy académico de la Lengua Española, Gregorio Salvador, que perseguía "una revista de verdad, hecha esencialmente para los alumnos y escrita principalmente por ellos". Ellos eran, por ejemplo, Horacio Arias Terrón y Valentín Cavero Diéguez; pero también asomaron las plumas de Ernesto Fidalgo y de Modesto Llamas Gil. El hondo sentimiento por el reciente fallecimiento de Leopoldo Panero aparecía reflejado en la revista -de 36 páginas- así como jugosas crónicas de actos culturales, actividades académicas y colaboraciones literarias en verso y en prosa.
Si en junio había aparecido Teleno, tres meses antes los alumnos del Seminario Mayor habían iniciado la publicación de Astrolabio (1963), ocho páginas de "Astorga al mundo", a dos tintas, escritas para contar a los sacerdotes de la diáspora el acontecer diocesano más noticioso (concurso a parroquias, nueva emisora, novedades bibliográficas). Pretendía seguir la pista a las aún cercanas Espuma y Estribo, que se habían mirado en el espejo de la romana Estr¡a.
De otro género, pero también con precedentes en el pasado -en el Boletín de la Federación Agraria-, era la revista mensual Cauce (1960), vinculada al Sindicato Central del Pantano de Villameca, dirigida a los regantes de la zona, para que estuviesen al tanto de la actualidad del campo, las noticias del sindicato, la legislación útil al agricultor y la divulgación agrícola y ganadera. Su tono y contenidos eran los paternalistas que convenían a la época. En su primer numero pedía ser recibida y leída con cariño y "en justa reciprocidad a este interés por vuestros problemas, esperamos nos traigáis vuestros reparos, observaciones y sugerencias para mejorar la revista". Se imprimió en Cuiñas, con 16 páginas, por el espacio de dos años y financiada con anuncios de maquinaria agrícola y abonos nitrogenados.
Radio Popular de Astorga
De alguna manera también la década de los sesenta fue para los medios de comunicación social astorganos una década prodigiosa, y no porque se prodigaran las publicaciones escritas, sino porque vio nacer y crecer un nuevo medio sin ninguna tradición local. Astorga tuvo su primera emisora en Radio Popular de Astorga.
Si los primeros tanteos hay que fecharlos en la época del obispo Castelltort, su sucesor en la sede astorgana, don Marcelo González Martín, atizó el proyecto y consiguió su realización. Cuando se cumplía el primer aniversario del nombramiento del nuevo obispo -el 5 de enero de 1962- la emisora iniciaba su período de transmisión en pruebas desde sus estudios instalados en el piso 4º del edificio del Casino, en la plaza de Santocildes. En seguida se formó una sociedad anónima Penarfasa (Pensamiento, Arte y Familia), cuyo capital de dos millones de pesetas (51% del obispado) se agotó con el pago de las instalaciones. Pero el entusiasmo necesario y primero para echar a andar hay que reconocérselo a los fundadores de esta sociedad y, por supuesto, a Esteban Carro Celada que fue alma, vida, nervios y en buena medida argumento de aquella salida a las ondas.
A pesar de que la emisora era diocesana, los astorganos la acogieron con cariño, como cosa suya y vibraron con sus programas cara al público, su club de amigos, sus discos dedicados y las espectaculares campañas navideñas de Cáritas, que tuvieron y tienen en Radio Popular una poderosa palanca. Desde aquel indicativo EAK, Nº 48 emitiendo en frecuencia de 1.097 kilociclos, el director lanzaba a antena, cada día, un comentario de actualidad, mecido por la música de Juegos prohibidos, resumía en tono íntimo y poético, para los oyentes locales, un Buenas noches, Astorga o una Pequeña crónica con lo sucedido en la ciudad.
Como emisora diocesana tenía una seria barrera, pues, por razones geográficas, no llegaba buena señal ni al Bierzo ni a los arciprestazgos de Galicia. Ese fue el motivo por el que se pensó abrir otra emisora en Ponferrada. Si la inauguración oficial de Radio Popular de Astorga tuvo lugar el 19 de marzo de 1962, el 17 de septiembre del mismo año hay ya permiso ministerial para erigir la de Ponferrada, que comienza sus emisiones en septiembre de 1965, pero nunca llega oficialmente a inaugurarse. Es más, surgieron problemas legales y accidentados contratiempos. Una ley ministerial que impedía la existencia de más de dos emisoras de Ondas Populares en una misma provincia fue la razón determinante para su cierre en 1972, siendo director José María Alvarez Pérez, en cuya etapa la radio diocesana traslada sus estudios al piso 5º de la Casa Sacerdotal, se producela integración en Cope, cumple sus bodas de plata y se pone en funcionamiento la Frecuencia Modulada.
Por lo que a Astorga se refiere, Radio Popular ha sido testigo sonoro, con distintas intensidades, del acontecer ciudadano y de esas tierras que se extienden desde el poste radiante de Peñicas hasta el antiguo radioenlace de Foncebadón. Maragatería ha disfrutado siempre de la mirada predilecta de la emisora, que se ha inventado, desde hace casi dos décadas, una Jornada de Exaltación de Valores Maragatos.
El nacimiento de "Día 7"
Pero hay que regresar a las mesas de redacción, a las imprentas y a las publicaciones de ámbito diocesano, aunque alumbradas en máquinas planas de Astorga. Si a Mi Parroquia, nacida en 1948, añadimos Inquietud y Apóstoles, reciclada esta última en Apostolados (1960) y a la hoja semanal de Cáritas, Mano Abierta (1962), tendremos un panorama de pequeños reinos de taifas, esfuerzos dispersos y en líneas generales deficitarios. El delegado diocesano de Medios de Comunicación Social, Esteban Carro, que dirigía Mi Parroquia y estaba implicado además en los otros empeños, propuso fundir esa variedad de publicaciones y fundar una cabecera de nueva planta, el semanario Día 7, atento a la realidad social y pastoral de la diócesis. Era el mes de abril de 1965, lo que suponía, por contagio, una influencia de la vitalidad conciliar y no pocos roces con las autoridades del franquismo. Reportajes acerca de la minería berciana, denuncias sobre la postración secular de La Cabrera, contribuyeron a forzar el cese del director. Pero Día 7, que desde entonces hasta hoy está dirigido por José Anta Jares, continúa fiel a su salida semanal, asistido por un asiduo equipo de colaboradores, más atento al comentario doctrinal que a la información eclesial.
Con la muerte de Franco y el advenimiento de la democracia se anima de nuevo el patio periodístico de Astorga con iniciativas patrocinadas casi siempre por colectivos sociales. Tal es el caso de la publicación de un Boletín Informativo de la Uni¢n de Vecinos de Puerta de Rey (1977) y otro de la asociación de vecinos Los Arrieros del barrio de San Andrés, cuyo primer número está fechado a finales del mismo año.
El regreso de "El Faro Astorgano"
Sin embargo la verdadera proliferación sobrevendrá con el transcurso de los años ochenta, ya que en sus comienzos Astorga experimenta una evidente orfandad de letra impresa. Tras el último número de El Pensamiento Astorgano nos abrió un silencio sólo compensado por la búsqueda de viabilidad de su rescate. El desencanto por la desaparición de El Pensamiento era compartido por toda la ciudad, que hubo de contentarse con su emisora, cuando no con los diarios leoneses, que aprovecharon la coyuntura para ganarse nuevos lectores en Astorga.
Con todo, en ese medio tiempo de silencio vieron la luz dos iniciativas aisladas, sin continuación, nacidas de la inercia impresora de Enrique Martínez Fidalgo. Primero, y para echar un cuarto a espadas cultural, financió El Bordillo (1980), una revista con muestras de joven poesía astorgana (José del Río, entre otros) e ilustraciones de Toño. Después, y con motivo de la Semana Santa, publicó Astorga (1980) para paliar la ausencia de periódicos. Pero una nota de la redacción ya admite que se espera con ansiedad la aparición de El Faro Astorgano.
Así se iba a llamar el periódico que desde junio de 1980 hasta hoy ha tomado el último relevo de la prensa astorgana. No pudo conservar, por razones que ahora no hacen al caso, el nombre de El Pensamiento Astorgano, como era deseo de la empresa "Ediciones y Publicaciones Astorganas, S.A.", pero consiguió llamarse El Faro Astorgano, como el desaparecido trisemanario de Porfirio López, gracias a la cesión de su hijo Lorenzo López Sancho. Su número 0 (14 de junio de 1980), por añoranza, por mantener el eslabón y posiblemente por ganarse la clientela desamparada del periódico de Revillo, salió a la calle como "El Faro Astorgano, El Pensamiento de todos", donde se daban explicaciones de pluralismo, no siempre operante.
La primera novedad fue la salida, las características de su periodicidad y su autodefinición como "diario regional independiente". No era la primera vez que se publicaba en Astorga un diario. Ya lo había sido durante un mes La Luz de Astorga y durante dos años Región Maragata, pero El Faro Astorgano ha superado esos experimentos con su ininterrumpida comparecencia. De aquel viejo Faro del primer cuarto de siglo que se componía tipo a tipo a éste de hoy que se escribe con ordenador, posee cámara reproductora, insoladora e impresora de offset, ha mediado toda una revolución en las técnicas de hacer un periódico. Pero, si exceptuamos tales novedades, (que, por cierto, han diezmado la tradición impresora de Astorga) El Faro sigue interesándose por lo mismo que se interesaron siempre los periódicos astorganos, por la vida municipal, eclesiástica y militar de la plaza, por tomar el pulso a los sucesos, a los precios del mercado, por reseñar su vida cultural, por anunciar la farmacia de guardia y enseñar de vez en cuando los colores de su veta crítica.
Siempre bajo la dirección de Paulino Sutil, El Faro Astorgano ha dado acogida a muchas firmas astorganas, ha puesto toda su carne en el asador para celebrar sus dos mil números y no ha dejado sin páginas de gala ni el Bimilenario de Astorga, ni el centenario del palacio episcopal de Gaudí, ni los homenajes póstumos -y en vida- a Magín Revillo, a Ricardo Gullón, a José María Luengo o a Augusto Quintana. Si a principio tuvo que aposentarse humildemente y de prestado en un piso de la calle de San Javier, ahora está consolidado económicamente y tiene casa propia en una calle que el Ayuntamiento dedicó, en 1982, a "La prensa astorgana", en justo reconocimiento a un producto cultural que cuenta en Astorga con cerca de cien títulos.
La avalancha escolar
Muchos, ajenos a este mundo periodístico, se sorprenderán por esto de los cien títulos, pero pocos faltan para ese número redondo, aunque como es lógico no todos lograran larga vida. Un buen puñado de publicaciones que salían a comerse el mundo con un proyecto perdurable, acabaron en número único. Otras no han perseguido más que informar ocasionalmente, como Nuestra Iglesia (1972) con la que los parroquianos de Rectivía recibían cumplida noticia del estado de cuentas y de obras de su nuevo templo, aunque después, y ya de modo más permanente, cuajó en la revista Excelsior (1981); o como la parroquia de San Andrés que edita El Arrabal (1977) y una hoja informativa anual con motivo de la fiesta de la Divina Pastora; o como un grupo de jóvenes, vinculados a Cáritas, que publica Mensajeros de Paz (1989).
Hay que otorgarle a los centros de enseñanza de Astorga un cerrado aplauso por tantas publicaciones como han tutelado en los años ochenta. Son revistas escolares que sirve para contar actividades académicas y como ejercicio literario de los alumnos. Estos son algunos de los títulos, unos humildemente ciclostilados y otros galanamente impresos: Formación Profesional (1980) de los alumnos de Formación Profesional de 1º y 2º grado, Al pie de la Muralla (1981) del Seminario menor de los Padres Redentoristas, Stigia (1982) del Instituto de Bachillerato, Madrigal (1982) del Instituto de Formación Profesional, Aula (1984) del colegio de Santa Marta, Necrópolis (1984) de un grupo de alumnos del Instituto, Desde el Pupitre (1985) del Instituto "Mérida Pérez", Nuestro Amigo (1985) del colegio "Blanco de Cela", El Correveidile (1985) del colegio "Ángel González Álvarez", Carioca (1985) del colegio de La Salle, Barbacana (1987) del Seminario de los Redentoristas, Montal (1988) del colegio de las Escolapias y Tras la Muralla (1990) del Seminario diocesano. A éstos hay que añadir, con otro rango y calidad, Eco (1987), publicación trimestral del Centro de Profesores de Astorga, de unas cincuenta páginas, en la que van apareciendo artículos del profesorado, aportaciones pedagógicas y didácticas. Una revista de educación que trata de ser el eco, el resonador de "lo que se hace en nuestras aulas".
Astórica y Fuenteencalada
No tenía Astorga un recipiente adecuado para divulgar temas astorganos, estudios, documentos, recensiones de libros. En el pasado hacían las veces, con las lógicas limitaciones de espacio y de destinatario, los periódicos trisemanales. Esta necesidad de dar salida desde aquí -sin tener que acudir a revistas foráneas- a la alta divulgación e investigación sobre temas locales la vino a cubrir la revista Astórica, del Centro de Estudios Astorganos "Marcelo Macías" que, dirigidos uno y otra por Augusto Quintana Prieto, ha ido dando a la estampa desde 1983, en que apareció su primer número, valiosas aportaciones al conocimiento de la historia de la ciudad, en sus más variadas facetas, de la mano de reconocidos especialistas. La aparición de cada uno de sus números -uno al año- supone un nuevo libro que añadir a la rica bibliografía astorgana, su comarca natural y su diócesis. Astórica se constituye a su vez en cronista de las tareas que patrocina, promueve o realiza el Centro, que asimismo ha publicado ya varios números de una revista de creación literaria con el sugestivo nombre de Fuenteencalada (1987), donde se edita obras de autores astorganos, susceptibles de ser convertidas en autónomas mediante separatas. Se trata de una revista muy voluminosa que permite la publicación de aquellos textos que, sin llegar a la cuantía de libro, sobrepasan la extensión de una normal colaboración literaria.
Publicaciones municipales
Si exceptuamos esa publicación que todos los meses de agosto aparece invariablemente con el nombre de Programa de las Fiestas de Santa Marta, editada por el Ayuntamiento, no hay constancia de que el Concejo haya tenido la tentación de informar a los ciudadanos mediante un periódico hasta que, en agosto de 1984, puso en la calle un boletín informativo, gratuito, de ocho páginas, llamado La Casona, que ha comparecido alguna vez más. Realizado por el departamento de Medios de Comunicación del Ayuntamiento e impreso en Cornejo, ese primer número cuenta la implantación de semáforos en la Carretera Nacional VI a su paso por Astorga, la próxima llegada de la Policía Nacional y la creación de la Asociación Astorgana de Jubilados y Pensionistas que, por cierto, en el año 1986 comenzó a editar un boletín informativo, ahora llamado Nuestra Revista, con cubierta a dos tintas, dieciséis páginas y dos salidas anuales, recordando "los hechos más notables acaecidos" en la asociación desde el número anterior, así como sus movimientos semestrales de caja, sin privarse de otras colaboraciones literarias y publicitarias.
El vanguardismo de "Hipocausto"
Corría el año 1985 y en el magín del teniente alcalde, Juan José Alonso Perandones, bullía una montonera de proyectos culturales a corto plazo, entre ellos la brillante celebración del bimilenario de la ciudad 1986 que dejaría como testimonio una buena colección de libros y dos nuevos títulos honoríficos ("magnífica" y "augusta") para que la ciudad los exhiba en sus membretes. Por entonces también se descubrió un yacimiento arqueológico romano con mosaico e hipocausto incluidos.
Se echaba de menos en Astorga que su juventud literaria no contase con una publicación que acogiera todas esas novedades creativas que no tienen padrino. El Ayuntamiento, al alimón con la Asociación Cultural "Ergos", se prestó a colaborar económicamente. Y así apareció, en una especie de ensayo, Julio Marchoso 85, de forma apaisada, con ilustraciones, poemas, pequeños relatos y cómics.
Vino después, con voluntad de continuar, aunque nunca repitió salida, la revista cultural Hipocausto, que tomó nombre del soterrado calor arqueológico. Su número único, de 48 páginas, bien ilustrado por Sendo y Yolanda, pulcramente impreso por Cornejo a dos tintas y salpicado de seudónimos y nombres reales, fue un intento meritorio de hacer una revista de proyección provincial, con ganas de sintonizar con las vanguardias o las modas artísticas del momento. Ojalá prenda algún día una iniciativa de este tipo, mejor plantada.
Tres años más tarde y en vísperas del certamen ferial "Expoastorga 88", que tuvo lugar a primeros de junio, aparece el número 0 de Boletín de la Cámara, órgano informativo de la Cámara de Comercio e Industria de Astorga y su partido judicial, con la intención de salir trimestralmente para contar "qué hace la Cámara en cada momento, cuáles son las novedades legislativas que afectan a comerciantes e industriales y cuáles las iniciativas y proyectos con viabilidad en nuestro entorno". Pese al prometido "saludo estacional", el segundo número se publicó en el contexto ferial de la "Expoastorga 91".
Una nueva emisora de FM
El último encuentro de los astorganos con un nuevo medio de comunicación local, al principio de esta década, no tuvo lugar en el campo del papel de prensa sino en el de los transistores. Desde mediados de febrero de 1991 y durante algunos meses se podía sintonizar, en Frecuencia Modulada, con este indicativo: "Onda 7, Radio Astorga, transmitiendo en período de pruebas desde el 91.5 en el dial de su receptor". Aquella Onda 7 Astorga, propiedad de la empresa editora del semanario Bierzo 7, se integró en la Cadena de la ONCE y tras algunos cambios en el accionariado empezó a llamarse Radio Astorga Onda Cero.
Su centro emisor, situado en El Sierro, tiene un poste radiante de 40 metros de altura y una potencia de 1.000 watios con una cobertura de hasta 100 kilómetros de distancia. Desde sus estudios, primero instalados en la plaza del Obispo Alcolea y hoy en la calle Alférez Provisional, dotados en tecnología digital, esta emisora astorgana ha conseguido ya una buena clientela de oyentes y de mercado publicitario, en sana competencia con Radio Popular.
En su todavía corta vida de comparecencia, bajo la dirección de Luis Miguel Alonso Guadalupe, ya se ha ganado un buen cartel como emisora astorgana gracias a su programación local ("Día a día", "Agenda diaria", "Onda informativa" y "El protagonista") y al patrocinio de algunos acontecimientos de la vida comarcal, como la celebración de unas Jornadas Gastronómicas de Cocina Maragata que van ya por su tercera edición. Es de suponer que la información local irá tomando temperatura, por emulación, en las emisoras astorganas, en el escaso tiempo que le dejan sus desconexiones con los respectivos programas nacionales. Estaría bien que se repitiera el amparo de esta pluralidad de las ondas lo que ocurría con La Luz de Astorga y El Pensamiento Astorgano, cuando en sus viejos tiempos se disputaban parcelas informativas, lectores y noticias.
Nota final. Este paseo apresurado por cuarenta años de medios de comunicación (desde los años cincuenta a los noventa) podría continuar con otro que llevase por título "Astorga, de Marconi a McLuhan", porque hay entretenimiento para un nuevo paseíllo que cuente las novedades de este fin de siglo, las nuevas comparecencias, algunas reapariciones como ésta de La Luz de Astorga o la de El Pensamiento Astorgano, la interesantísima experiencia de las emisoras de aficionados, el nuevo soporte informático a través de "Internet" y, sobre todo, el estreno y rodaje de Televisión 24. Habrá que disponerse a emprender ese amenísimo paseo.
José Antonio CARRO CELADA
Publicado en La Luz de Astorga, junio-julio-agosto y diciembre de 1.997